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Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet

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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />

dad. Se supo que el ministro <strong>del</strong> Interior Gagliardi Schiaffino se dispuso a renunciar al día siguiente, pero que<br />

fue convencido de no hacerlo por otras personalidades <strong>del</strong> Gobierno.<br />

En los meses siguientes los senderistas presos fueron trasladados a la isla penal de El Frontón, cuyas instalaciones<br />

carcelarias se reabrieron con este fin. <strong>Los</strong> atentados y ataques <strong>del</strong> PCP-SL arreciaron. Sólo en el mes<br />

de julio hubo 34 acciones terroristas y cinco incursiones armadas a pequeños poblados. Para reforzar el trabajo<br />

policial, Belaunde declaró el 20 de agosto el estado de emergencia en Lima y Callao. Pero las acciones senderistas<br />

de tipo militar se sucedieron casi a diario. El 22 de agosto es atacado el puesto policial de Vilcashuamán,<br />

donde resultan siete policías muertos tras cinco horas de combate. El 2 de septiembre, en un enfrentamiento<br />

con la Guardia Republicana (GR), muere la dirigente senderista Edith Lagos, quien había fugado de la cárcel<br />

de Ayacucho. Su entierro en Huamanga fue una manifestación multitudinaria.<br />

Belaunde y algunos miembros de su Gobierno estaban seriamente preocupados tanto por las implicancias<br />

políticas <strong>del</strong> ingreso de las Fuerzas Armadas a la zona de emergencia, que entonces se veía difícil de evitar,<br />

como por los avances de la subversión. El Presidente se resistía a aprobar una campaña militar porque, según<br />

su experiencia, había una relación causal entre la intervención militar contra las guerrillas de los años sesenta<br />

y el golpe de las Fuerzas Armadas que lo derrocó en 1968. No le faltaba razón, porque los mismos militares<br />

habían fundamentado aquella vez su decisión institucional de tomar el poder en la necesidad de prevenir,<br />

mediante reformas, los levantamientos campesinos y las guerrillas marxistas. Esa visión de la situación seguía<br />

vigente en las Fuerzas Armadas, como se pudo comprobar poco después, cuando el general Huamán Centeno<br />

asumió el comando de la zona de emergencia. Según relato de un senador de la época, Belaunde, confrontado<br />

por propios y extraños con la exigencia de que destacara las Fuerzas Armadas a Ayacucho, llegó a temer que<br />

se tratara de una conspiración contra la democracia. Entre quienes apoyaban la solución militar, destacaba<br />

Javier Alva Orlandini, secretario general de Acción Popular (AP). El primer ministro saliente, Manuel Ulloa<br />

Elías, y el entrante, Federico Schwalb, también la apoyaban, mientras el influyente diario El Comercio publicaba<br />

reiteradamente editoriales sobre el tema. 486 Gagliardi, desautorizado en su iniciativa de dialogar con los<br />

líderes senderistas, insistió, sin embargo, en mejorar sustancialmente el rendimiento de los servicios de inteligencia<br />

y equipar adecuadamente a la policía. En las declaraciones <strong>del</strong> general Luis Cisneros Vizquerra, se<br />

mezclaban las advertencias a los políticos, a la sociedad civil y a los senderistas. «¿Antes que ingrese la Fuerza<br />

Armada, no sería necesario que entre el país para que rechace no sólo de palabra sino de acción esta situación?»<br />

(Gonzales 1983: 55). Advertía sobre la necesidad de que todos los grupos políticos se unieran en el rechazo<br />

al terrorismo, pero no sólo de palabra, sino que acordasen un plan nacional para resolver los problemas<br />

de la zona de emergencia, de forma que conquistasen el liderazgo político al mismo tiempo que se retomaba<br />

el control militar. El carácter indiscriminado que tendría la represión militar haría más urgente y difícil conseguir<br />

ese liderazgo democrático, y la ausencia de éste empeoraría las consecuencias de la intervención armada.<br />

Se produjo, entonces, una confusión en la opinión pública que fue parte de ese momento de tragedia nacional.<br />

Muchos confundieron con amenazas las terribles advertencias de Cisneros. Se le atribuyó malevolencia en vez<br />

de considerar la gravedad de lo que decía. En esos días, Belaunde había tomado ya su decisión. 487 El 27 de<br />

diciembre lanzó un ultimátum a los terroristas para que entregasen las armas. El día 31, una fuerza <strong>del</strong> Ejército<br />

de alrededor de 2 mil soldados entró en acción en la zona de emergencia.<br />

<strong>Los</strong> hechos <strong>del</strong> año 1982 dejan ver que la estrategia terrorista <strong>del</strong> PCP-SL sorprendió completamente al<br />

gobierno de Belaunde y reveló las tensiones entre los sectores <strong>del</strong> Estado peruano. Ni el control militar <strong>del</strong><br />

orden interno en la zona en emergencia, previsto en la Constitución como la medida adecuada a una perturbación<br />

grave, ni las capacidades militares existentes aseguraban una acción exitosa contra el PCP-SL; antes<br />

bien, ponían las condiciones que el PCP-SL buscaba para pasar a una fase más avanzada de su guerra. <strong>Los</strong><br />

asaltos a instalaciones policiales, especialmente al Centro Penitenciario de Huamanga, no tuvieron como objetivo<br />

tomar el control de un territorio, ni siquiera por un momento, sino sólo infligir daños a la fuerza local,<br />

llevarse armas y eventualmente liberar prisioneros. Lo mismo vale para las incursiones armadas <strong>del</strong> PCP-SL<br />

en poblaciones rurales. <strong>Los</strong> atentados dinamiteros, ataques a personas y especialmente a policías en el resto<br />

486 Véase los editoriales de los días 25 de octubre 1980, 22 de agosto de 1982, 27 de septiembre de 1982, 06 de enero de 1983.<br />

487 En el año 1982, la Secretaría de Defensa Nacional, organismo militar encargado de diseñar las estrategias nacionales, elaboró el<br />

borrador de una directiva presidencial para las acciones contrasubversivas. Según este planteamiento, la intervención militar en la zona<br />

de lucha contrasubversiva debía estar acompañada por otras acciones gubernamentales especiales y debía otorgarse máxima libertad de<br />

acción a las Fuerzas Armadas. La directiva presidencial preparada por la SEDENA no fue firmada por Belaunde.<br />

TOMO II PÁGINA 176

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