Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />
promovido por su partido y su gobierno en los años sesenta había surgido para encarar estas tareas y no había<br />
logrado sus objetivos debido tanto a la fragmentación política <strong>del</strong> país como al golpe militar. También hay<br />
que tomar en cuenta que el PCP-SL creció y se organizó durante los últimos años <strong>del</strong> gobierno militar, alimentado<br />
por la pobreza extrema de una región a la cual la Reforma Agraria no le había traído beneficios. No podían<br />
presentarse, pues, las Fuerzas Armadas como autoridades en desarrollo económico y político, ni exigir<br />
tener de nuevo las prerrogativas que tuvieron plenamente durante los años setenta, por más que ello hiciera<br />
terriblemente difícil la nueva campaña «antiguerrillas».<br />
Como la orden a las Fuerzas Armadas de asumir el control <strong>del</strong> orden interno en Ayacucho fue entendida<br />
por Belaunde en el sentido restringido de enfrentar militarmente a los enemigos <strong>del</strong> Estado, quedaba implícito<br />
que el Estado asumiría el conjunto de tareas no militares necesarias para restablecer allí efectivamente el estado<br />
de derecho. Si había limitación de funciones militares, eso quería decir que debía haber división <strong>del</strong> trabajo<br />
con los civiles. Sólo una audaz combinación de esfuerzo militar y esfuerzo de promoción social y servicios<br />
públicos hubiera podido reducir la violencia <strong>del</strong> enfrentamiento y aislar al PCP-SL antes de que reuniera fuerzas<br />
para propagarse por el resto <strong>del</strong> país. Ello no sucedió por dos razones: por un lado, el nuevo equipo político<br />
que rodeaba a Belaunde no se inclinaba a liderar ese tipo de acciones de desarrollo y, por otro, la estrategia<br />
<strong>del</strong> PCP-SL incluía asesinar a los funcionarios públicos y, en general, a los agentes de desarrollo, sean estatales<br />
o no. Antes de empezar las acciones, ya existía la lógica de enfrentar a la subversión con una estrategia meramente<br />
militar y sin involucrar a la autoridad civil en el liderazgo <strong>del</strong> componente político de la lucha.<br />
Así quedó planteada una campaña militar contrasubversiva con un objetivo extremadamente complejo y<br />
un apoyo mínimo por parte <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> Estado y de la sociedad. Belaunde no quiso dar esta guerra; dio la<br />
orden lleno de escrúpulos cuando ello se le presentó como absolutamente inevitable. No hubo en las Fuerzas<br />
Armadas tampoco nadie que propiciara esta entrada. Sólo el PCP-SL pudo ver el ingreso de las Fuerzas Armadas<br />
a Ayacucho como un paso importante dentro de su plan largamente premeditado. 488<br />
3.1.2. Estrategia inadecuada<br />
Las Fuerzas Armadas elaboraron a pedido <strong>del</strong> Presidente, y sustentaron ante él en sesión <strong>del</strong> Consejo de Defensa<br />
Nacional, un plan de campaña basado en una evaluación de la estrategia <strong>del</strong> PCP-SL y de su organización militar<br />
y política como una guerrilla semejante a las anteriores, inserta en el movimiento comunista internacional y,<br />
por ello, dependiente <strong>del</strong> apoyo externo. Las operaciones se prepararon y ejecutaron según el manual NE-41-1,<br />
el cual había servido diecisiete años antes en la campaña antiguerrillera de 1965. Las experiencias de los años<br />
sesenta y la instrucción de la Escuela de las Américas de los años setenta en guerra no convencional determinan<br />
ampliamente la estrategia contrasubversiva de las Fuerzas Armadas peruanas a inicios de los años ochenta. En el<br />
curso de Guerra Revolucionaria de la Escuela de Guerra <strong>del</strong> Ejército no se estudia el maoísmo como estrategia<br />
militar revolucionaria, sólo se lo identifica como tendencia ideológica. La atención se centra sobre las guerrillas<br />
guevaristas y la estrategia revolucionaria de focos guerrilleros. Aunque la estrategia de los años sesenta ya chocaba<br />
con serias dificultades en América Central, y aunque se sabía que el PCP-SL no era una guerrilla <strong>del</strong> tipo<br />
anterior, no se sabía positivamente qué tipo de estrategia estaba usando.<br />
En los primeros años <strong>del</strong> conflicto, las Fuerzas Armadas carecían de adecuada inteligencia sobre la organización<br />
y las formas de operar <strong>del</strong> PCP-SL. Tanto las Fuerzas Armadas como el Gobierno ignoraban que el<br />
PCP-SL no dependía de apoyo ni de directivas foráneas, que no establecía campamentos ni mantenía columnas<br />
y que acumulaba poder político y militar mediante una estrategia sin precedentes en América Latina (Tapia<br />
1997). El Ejército dedujo el carácter de su misión de la directiva de gobierno 02-SDN/81. No contaban con<br />
un marco estratégico integral y duradero asumido por el gobierno. Sin embargo, en dicha directiva se afirmaba<br />
que la tarea era «reducir las motivaciones que condicionan la subversión mediante la aplicación de medidas<br />
preventivas destinadas a mantener y/o establecer el régimen constitucional». En ello estaba implícito que<br />
la acción militar debía enmarcarse en un conjunto de medidas políticas, económicas y sociales. En los hechos,<br />
debía entenderse también que este conjunto de medidas tendrían que seguir de inmediato a la recuperación<br />
<strong>del</strong> dominio militar de la zona, porque es evidente que ellas no podrían ponerse en práctica donde los elemen-<br />
488 «En los primeros años, se tomaron algunas decisiones equivocadas al considerarse a la subversión como un problema meramente<br />
policial o militar, más que una guerra política». Ministerio de Defensa-Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Estrategia integral<br />
para la contrasubversión, 2000.<br />
TOMO II PÁGINA 178