Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />
reportarse heridos, capturas o incautación de material subversivo, hablan de una enorme desproporción en el<br />
campo. 494 La dificultad para obtener inteligencia sobre el PCP-SL y para estabilizar el control de las áreas rurales<br />
provocó no sólo casos muy graves de excesos, sino también la aparición de centros de reclusión y tortura<br />
clandestinos en algunas bases militares. Tristemente célebre es el estadio de Huanta, base principal de la Infantería<br />
de Marina en esa provincia, el cual alojó temporalmente un centro de clandestino de reclusión donde<br />
se practicó la desaparición y la tortura. Otros lugares de interrogatorio fueron la chanchería situada en las<br />
inmediaciones <strong>del</strong> cuartel «<strong>Los</strong> Cabitos» de Huamanga y la llamada «casa rosada» en esta misma ciudad.<br />
La situación de los derechos humanos se agravó porque el Comando Político Militar de la zona de emergencia,<br />
dentro de su estrategia de aislamiento de la zona, prohibió el ingreso de la Cruz Roja, de las organizaciones<br />
humanitarias y <strong>del</strong> periodismo en general, y se reservó el derecho de autorizar determinados reportajes<br />
o entrevistas. Las pocas noticias que escapaban eran tomadas luego por ciertos sectores <strong>del</strong> público nacional e<br />
internacional como indicadores de una situación fuera de control y al mismo tiempo desacreditas por las autoridades<br />
<strong>del</strong> país. A los pocos meses de iniciado este bloqueo informativo se produjo la muerte de ocho periodistas<br />
a manos de los comuneros de Uchuraccay, quienes los confundieron con subversivos. La prensa y los<br />
políticos de oposición dieron al hecho de inmediato las interpretaciones más negativas, pues primaba la idea<br />
de que habían sido asesinados por miembros de las Fuerzas Armadas o por órdenes de éstas. Nada perjudicó<br />
tanto la imagen <strong>del</strong> jefe <strong>del</strong> Comando Político Militar, general Clemente Noel Moral, como la ola de rechazo<br />
que produjo este hecho. Ante la gravedad de la situación, el gobierno constituyó una comisión investigadora<br />
presidida por el novelista Mario Vargas Llosa. El informe no fue creído por ese público de oposición para<br />
quien los periodistas habían muerto como mártires de la lucha democrática contra la guerra sucia o, peor aun,<br />
como víctimas directas de esos mismos métodos. Pero lo más grave de este episodio es que el informe de la<br />
Comisión Uchuraccay no logró aclarar la naturaleza <strong>del</strong> conflicto ni alertar a la ciudadanía sobre los peligros<br />
reales que amenazaban al país. La esfera oficial volvió a cerrar el tema y a apostar por una victoria rápida sin<br />
importar los costos, sin mayor alteración de la agenda política y los planes económicos.<br />
El general Clemente Noel fue denunciado públicamente por algunos medios de prensa como responsable<br />
de la muerte de los periodistas y más tarde fue denunciado penalmente por parlamentarios de oposición. Él<br />
respondió haciendo declaraciones en que se refería a esa prensa, a las organizaciones defensoras de los derechos<br />
humanos y a esos políticos como colaboradores voluntarios o involuntarios <strong>del</strong> PCP-SL. Semejante fue la<br />
reacción <strong>del</strong> presidente Belaunde al recibir una serie de cartas de Amnistía Internacional que denunciaban los<br />
excesos de la lucha contrasubversiva y las violaciones a derechos humanos que se estaban cometiendo. Su<br />
expresión fue que él echaría las cartas «directamente al tacho de basura». 495<br />
Mientras el oficialismo negaba que hubiera violaciones de los derechos humanos o simplemente, en algunos<br />
casos, restaba importancia a las denuncias, la oposición le daba al asunto la mayor relevancia política.<br />
Esta desunión política <strong>del</strong> país fue el mayor obstáculo para que el esfuerzo de defensa interior fuera complementado,<br />
como era urgente, por esfuerzos económicos, administrativos y políticos para incrementar la presencia<br />
<strong>del</strong> Estado en la zona de emergencia. <strong>Los</strong> opositores de izquierda veían en la guerra contra el PCP-SL<br />
una versión peruana de la «guerra sucia» argentina. Aunque la izquierda parlamentaria marcó ciertas distancias<br />
con el PCP-SL, en muchas actividades políticas de izquierda se mantenía una posición ambigua con respecto<br />
a la lucha armada, dando a entender que no se había renunciado a ella y que se comprendía perfectamente<br />
el carácter violento que estaba adquiriendo el conflicto social. El hecho general fue que no hubo un<br />
acuerdo nacional activo contra el PCP-SL.<br />
Las posiciones políticas se polarizaron, pues, sobre este tema. <strong>Los</strong> altos mandos militares —que eran entonces<br />
un actor político— interpretaban esta falta de apoyo unitario al esfuerzo de defensa como una debilidad<br />
<strong>del</strong> nuevo sistema. Tanto el oficialismo como la oposición confundían al PCP-SL con un fenómeno más de<br />
la Guerra Fría, una «guerrilla» nacional alentada por el comunismo internacional. Imperaba también la percepción<br />
confusa de que todas las organizaciones de izquierda, incluido el PCP-SL, eran vástagos radicales <strong>del</strong><br />
494 «Yo les he contado a los señores Comisionados. Cuando recién llegado a la Presidencia, recibía yo unos informes cada mañana y al<br />
leerlos veía que una patrulla había encontrado dos “terroristas comunistas” huyendo y habían sido abatidos. Mi primera preocupación<br />
fue qué arma se capturó, qué circunstancia concreta de que hubieran sido “terroristas comunistas”, como se usaba entonces decir».<br />
Declaración <strong>del</strong> ex presidente doctor Alan García Pérez. Sesión de Balance y perspectivas de la CVR. 12 de abril de 2002.<br />
495 Las declaraciones son <strong>del</strong> día 18 de agosto de 1983. Desco. Resumen Semanal, VI, 230, 19-25 de agosto de 1983.<br />
TOMO II PÁGINA 182