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Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet

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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />

ros años <strong>del</strong> conflicto las Fuerzas Armadas adoptaron estrategias que se apartaron <strong>del</strong> mandato dado por la<br />

política de seguridad y defensa <strong>del</strong> gobierno elegido.<br />

3.2. 1985-1988: INTENTO DE CONTROL CIVIL Y GENERALIZACIÓN DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO<br />

La violencia disminuye en el Perú engañosamente en los años 1985 y 1986. El PCP-SL, golpeado por la contraofensiva<br />

militar, se recompone y desplaza, activando células en otros departamentos. Las fuerzas <strong>del</strong> orden,<br />

criticadas por el nuevo Presidente, reducen sus operaciones mientras el gobierno mantiene la pretensión de<br />

ejercer sobre ellas control democrático. El sangriento desenlace <strong>del</strong> motín de los presos <strong>del</strong> PCP-SL en las cárceles<br />

de Lima terminó con esas pretensiones y dio comienzo a un lento proceso de recuperación de la iniciativa<br />

por parte de las Fuerzas Armadas, mientras se desvanecía el control <strong>del</strong> Gobierno sobre sus planes y operaciones.<br />

Así las cosas, la creación <strong>del</strong> Ministerio de Defensa no tiene mayor efecto para mejorar el control<br />

civil sobre las Fuerzas Armadas. La expansión <strong>del</strong> PCP-SL llega a su apogeo en 1988.<br />

3.2.1. Intento de establecer el control civil sobre las Fuerzas Armadas<br />

En los primeros meses de su gobierno, el presidente Alan García, con discursos y medidas radicales, intentaba<br />

disipar la atmósfera opresiva de la guerra interna y la recesión económica. Pero, desde el primer momento,<br />

tuvo que asimilar condiciones muy duras, al mismo tiempo que proclamaba sus programas de cambios.<br />

El 5 de junio de 1985, el saliente gobierno de Belaunde dio la ley 24150 que regula las atribuciones <strong>del</strong> Comando<br />

Político Militar en una zona declarada en estado de emergencia y le otorga la «potestad de solicitar el<br />

cese, nombramiento o traslado de las autoridades [...]» La misma ley —vigente a la fecha— establece la sujeción<br />

exclusiva de «los miembros de las Fuerzas Armadas o Fuerzas Policiales [...] a la aplicación <strong>del</strong> Código de Justicia<br />

Militar». Este legado <strong>del</strong> gobierno saliente, introducido por presión de las Fuerzas Armadas y sectores afines,<br />

no fue rechazado por Alan García, quien aprovechó su luna de miel electoral para desviar la atención <strong>del</strong> tema y<br />

no derogar dicha ley, aunque tenía mayoría absoluta en el Parlamento. La táctica política de los militares es, en<br />

este caso, análoga a la que usaron para introducir las leyes <strong>del</strong> Sistema de Defensa Nacional, las que Belaunde<br />

encontró recién promulgadas cuando asumió el poder en 1980. Con esta ley sobre los Comandos Políticos Militares,<br />

se satisfacían en parte los reclamos de las Fuerzas Armadas, pero por la vía de la claudicación <strong>del</strong> Gobierno<br />

a sus competencias y la entrega de competencias políticas y judiciales a las mismas. La ley 24150 no hace más<br />

que conceder en parte lo que pedía el general Adrián Huamán o, más precisamente, oficializar como política <strong>del</strong><br />

Estado los cambios que implicaban las estrategias adoptadas de hecho en la zona de emergencia.<br />

En su discurso ante las Naciones Unidas, el presidente Alan García expresó un rotundo rechazo a la «barbarie»<br />

militar como forma de enfrentar a la subversión. Las Fuerzas Armadas redujeron las acciones contrasubversivas<br />

para darle a entender al Presidente que no estaban dispuestas a luchar sin el amplio respaldo y<br />

las prerrogativas que les corresponden. Parte <strong>del</strong> descontento en las filas de los militares provenía de la suspensión<br />

parcial de la multimillonaria compra de aviones de guerra que se venía negociando con Francia desde<br />

el gobierno anterior, lo cual no tenía nada que ver con la guerra contrasubversiva, sino directamente con<br />

los planes y prioridades de las Fuerzas Armadas.<br />

Mientras tanto, García daba aparentes señales de disposición a apoyar soluciones políticas y sociales a la violencia,<br />

como recibir en el Palacio de Gobierno a una <strong>del</strong>egación de la guerrilla salvadoreña Farabundo Martí de<br />

Liberación Nacional (FMLN). Centroamérica se encontraba en un momento de equilibrio estratégico. La política<br />

de Estados Unidos para América Central, en vista <strong>del</strong> desastre producido por la aplicación de estrategias todavía<br />

muy parecidas a la de Vietnam, había empezado a girar hacia un nuevo concepto llamado «conflicto de baja<br />

intensidad». Ello suponía restringir el uso de la fuerza a fin de no afectar a la mayoría de la población y preparar<br />

una salida política. En Nicaragua, el gobierno sandinista combatía a una organización militar de derecha conformada<br />

por antiguos miembros <strong>del</strong> sistema de seguridad de Somoza, los llamados «Contras». En El Salvador, el<br />

gobierno enfrentaba una insurgencia revolucionaria liderada por el frente Farabundo Martí de Liberación Nacional<br />

(FMLN). En Colombia, las guerrillas habían entrado en negociaciones con el presidente Belisario Betancur<br />

y sus brazos legales se habían unido, conformando una sola fuerza política que adquirió de inmediato importancia<br />

nacional. Eran, pues, momentos en que las salidas políticas a los conflictos violentos internos se hacían creíbles<br />

en América Latina. Pero creer que eso podía aplicarse al conflicto peruano hubiera sido un grave error.<br />

TOMO II PÁGINA 186

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