Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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LOS ACTORES ARMADOS<br />
derecho a desinformar, desacreditar, dividir y debilitar al enemigo. Pero, por razones estratégicas, no se recurre<br />
a la lucha abierta, la violencia se mantiene restringida para evitar un enfrentamiento militar que sería desventajoso<br />
si se produjera antes de haber avanzado en la guerra política. Visto a la luz de la tradición occidental,<br />
el patriotismo de la guerra política es semejante al de Bruto y Casio, que entran al Senado con la espada<br />
bajo la toga para acabar con el que entró a Roma con un ejército leal a su persona y usurpó los poderes <strong>del</strong><br />
Senado. Esa figura trágica, que en la tradición occidental se recuerda como el despropósito de remediar un<br />
mal causando otro peor, es glorificada ingenuamente en los textos de la guerra política. Según éstos, ya que<br />
los comunistas amenazan a la República de China no sólo militarmente, desde el exterior, sino también políticamente,<br />
buscando influir sobre la población de Taiwán, entonces hay que enfrentarlos haciendo una política<br />
nacional e internacional que es en verdad una guerra sin cuartel, una guerra irregular que no se detiene ante<br />
los derechos de los ciudadanos ni ante el derecho internacional. Desde el punto de vista de un Estado que se<br />
legitima porque garantiza los derechos de los ciudadanos y honra los tratados internacionales, la «guerra política»<br />
es una transgresión sistemática de todos los límites legales, tanto de los que sustentan la paz interna<br />
como de los que sustentan el orden internacional. Según la doctrina de la guerra política, en cambio, el Estado<br />
tiene derecho a conseguir ventajas sobre otras organizaciones, tanto dentro de su propio territorio como en el<br />
territorio enemigo, mediante operaciones encubiertas, campañas de descrédito y prácticas económicas y sociales<br />
que perjudiquen a esas otras organizaciones, al margen de cualquier derecho que pudiese proteger a éstas<br />
últimas. 581 Un concepto central de toda concepción racional de la justicia está ausente de los textos de la guerra<br />
política, el concepto de derecho personal. Hasta su sombra ha sido borrada, porque el único derecho que<br />
la guerra política conoce es el derecho <strong>del</strong> Estado a asegurar su existencia.<br />
Sin embargo, el diagnóstico de la estrategia maoísta en estos manuales es muy penetrante y ha tenido influencia<br />
decisiva en el desarrollo de la estrategia contrasubversiva peruana a fines de los años ochenta. Una cita<br />
<strong>del</strong> libro La Rusia Soviética en China, <strong>del</strong> presidente Chiang Kaishek, da a entender que los maestros en la guerra<br />
política son precisamente los comunistas: «no puede dejarse de lado el punto más importante que tienen los<br />
comunistas cuando hacen la guerra, y es la coordinación de los ataques de fuera magistralmente combinados<br />
con los actos subversivos de dentro. Y a fin de posibilitar esto, hacen uso de armas militares y no-militares». Las<br />
armas no-militares son «los instrumentos en la guerra política. Y nuestra derrota en el continente no se debió al<br />
poder militar de los comunistas chinos sino a las intrigas que ellos maquinaron en la guerra política». 582<br />
El manual El Estudio de Seis Tipos de la Guerra Política, 583 tiene como método el análisis de las estrategias<br />
y tácticas de los comunistas chinos. Por ejemplo, el capítulo I, «La Guerra Ideológica», fundamenta sus recomendaciones<br />
sobre «Cómo llevar a cabo la guerra ideológica en contra <strong>del</strong> partido comunista» 584 en «Un<br />
estudio de la guerra ideológica de los comunistas». 585 El mismo procedimiento se aplica en los siguientes<br />
cinco capítulos, «La Guerra de Organizaciones», «La Guerra de Información», «La Guerra Estratégica», «La<br />
Guerra Psicológica» y «La Guerra de las Masas». Un rasgo central de la estrategia maoísta que este libro<br />
describe detalladamente es la paulatina neutralización política de la mayoría de la población. «Las masas<br />
son guiadas al concepto errado <strong>del</strong> neutralismo autoconcebido, considerándose a sí mismos como absolu-<br />
581 El texto <strong>del</strong> general Wang Sheng adopta, sin el menor escrúpulo, la doctrina de la «guerra total» de Erich Wilhelm Ludendorff, una de<br />
las raíces ideológicas <strong>del</strong> militarismo que condujo a las guerras mundiales en la primera mitad <strong>del</strong> siglo XX y dio lugar a los Estados<br />
criminales de Hitler y Stalin. De Ludendorff, la guerra política aprende que «sólo cuando el pueblo y las Fuerzas Armadas estén<br />
íntimamente correlacionados es que puede haber una esperanza de victoria. Así es que, por una parte, las operaciones militares pueden<br />
librarse en los grandes campos de batalla y en toda la extensión de los mares; de otro lado, se hacen esfuerzos para destruir la fortaleza<br />
espiritual y la fortaleza de vida <strong>del</strong> pueblo en el lado enemigo» (p. 12). La expresión «fortaleza de vida» traduce aquí la de Ludendorff<br />
«Lebenskraft», una palabra ambigua que se refiere a la vez a la prosperidad económica, la paz social, la salud, la alimentación, el<br />
bienestar individual. Todo esto debe ser quebrantado en el campo enemigo para asegurar la victoria militar. La unión de pueblo y fuerza<br />
armada significa ante todo que la población apoye ese quebrantamiento de la salud y la entereza de la población enemiga. Ello presupone<br />
que la población deje de creer y sentir que todos los seres humanos tienen derechos fundamentales inviolables. La población debe<br />
aprender a combatir la existencia de la población enemiga, pues la guerra total no es sólo una guerra de ejército contra ejército, sino de<br />
población contra población. Al abolir la noción de dignidad humana, la guerra total (y, al parecer, también la guerra política) exige al<br />
pueblo que deponga toda demanda de hacer valer derechos individuales, a fin de no entorpecer el logro de los objetivos nacionales. En<br />
esto consiste la unión de «pueblo y fuerza armada», en la aceptación de un estado de sitio permanente bajo el cual la oposición política y<br />
la desobediencia civil son disidencia y colaboración con el enemigo. La doctrina de la guerra total es la cuna <strong>del</strong> totalitarismo.<br />
582 Kaishek, Chiang. La Rusia Soviética en China, p. 15.<br />
583 El Estudio de Seis Tipos de la Guerra Política. Taipei, Taiwán: Colegio Fu Hsing Kang, junio 1981, p. 11.<br />
584 Ibídem, pp. 33-42.<br />
585 Ibídem, pp. 18-33.<br />
TOMO II PÁGINA 219