Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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PRIMERA PARTE SECCIÓN SEGUNDA CAPÍTULO 1<br />
ses <strong>del</strong> país, en la guerra popular y de ahí lo reflejamos en ideas. Hacérselo saber al pueblo y encarnarlo: Hemos<br />
entrado a la etapa <strong>del</strong> equilibrio estratégico. (Guzmán 1988)<br />
Esta apreciación no tomaba en cuenta el impacto de los cambios en la estrategia contrasubversiva desplegada<br />
por las Fuerzas Armadas —que pasó de la represión indiscriminada y el arrasamiento de las «zonas rojas» a<br />
las eliminaciones selectivas mediante trabajo de inteligencia y a la política de recuperación de la población bajo<br />
control <strong>del</strong> PCP-SL— ni la magnitud de la rebelión de los campesinos contra el PCP-SL. Ignoraba también el<br />
peso de los comités de autodefensa en todo el país, que tenían aún más fuerza en 1983-84 porque empezaban a<br />
dotarse de armas de fuego entregadas por el Estado. En los hechos, la inicial alianza entre el campesinado y<br />
PCP-SL se había roto en muchas zonas <strong>del</strong> campo y los campesinos entablaban alianzas con las fuerzas <strong>del</strong> orden,<br />
con diversos grados de cercanía o de independencia, según las características regionales particulares.<br />
Esta realidad era imperceptible para la dirección senderista, para la cual el PCP-SL era el único representante<br />
auténtico de los intereses objetivos <strong>del</strong> proletariado y el campesinado. Para Guzmán y su cúpula,<br />
si los campesinos se levantaban contra el PCP-SL ello era consecuencia de la intervención de agentes externos,<br />
los yanaumas («cabezas negras»), encuadrados a la fuerza por los militares y bajo la instigación de las<br />
mesnadas. 81 Aun hoy todos los cuadros de la dirección de PCP-SL, con la excepción de aquellos que han<br />
roto con esa organización, como Óscar Ramírez Durand, Feliciano, niegan que los campesinos se encontraran<br />
tomados «entre dos fuegos», en el enfrentamiento entre PCP-SL y las fuerzas represivas, como «una<br />
impostura de los enemigos de clase».<br />
Según Guzmán, el PCP-SL había arribado al «equilibrio estratégico» gracias a que siempre había mantenido<br />
la iniciativa y había cumplido sus planes políticos y militares: «nadie puede demostrar que no hayamos<br />
obtenido nuestros objetivos, que no exista el Nuevo Poder en sus formas diversas de Comités Populares<br />
Abiertos, desde Comités Organizadores hasta Comités Populares Abiertos» (Guzmán 1988). Esta visión contrastaba<br />
absolutamente con la experiencia que, en ese mismo momento, afrontaban los mandos senderistas en<br />
el campo, empeñados en impedir el descalabro de un «poder popular» cuya precariedad se hizo evidente<br />
cuando los campesinos, apoyados por las Fuerzas Armadas, se rebelaron masivamente contra sus imposiciones<br />
con un despliegue de violencia cada vez más brutal y masivo. Pero Guzmán era incapaz de ver todo lo<br />
que contradijera sus apreciaciones, hasta el extremo de no comprender que la eliminación selectiva de los<br />
militantes y simpatizantes de su organización emprendida por los militares implicaba un cambio en la estrategia<br />
contrasubversiva. Para Guzmán, se trató simplemente de un recurso desesperado <strong>del</strong> Estado para tratar<br />
de contener el victorioso despliegue <strong>del</strong> «nuevo Poder»:<br />
[…] es tan evidente que ellos mismos, los enemigos, apuntan a aniquilar a los comisarios [de los comités populares<br />
abiertos] pretendiendo destruir el Nuevo Poder. Que existe un Ejército Guerrillero Popular con pelotones,<br />
compañías y batallones es tan real que los periódicos lo registran [sic] [...] Y ¿quién dirige todo esto? el Partido y,<br />
¿quién sustenta estos aparatos? las masas. (Guzmán 1988)<br />
Luego <strong>del</strong> I Congreso de puso en práctica el plan de alcanzar el «equilibrio estratégico» a través <strong>del</strong> incremento<br />
de las acciones subversivas, pero paradójicamente esta reactivación condujo al PCP-SL a su derrota.<br />
En palabras de Feliciano: «salimos <strong>del</strong> Congreso y teníamos que hacer operaciones, operaciones, operaciones»,<br />
es decir, emboscadas a patrullas militares y asaltos a puestos militares, lo que aumentaba los enfrentamientos.<br />
Obviamente, el PCP-SL no tenía capacidad para enfrentar a las fuerzas <strong>del</strong> orden en cada comité regional.<br />
Mientras las bases y comités <strong>del</strong> PCP-SL no se movilizaran, o lo hicieran sólo incursionando a otras comunidades<br />
para sojuzgarlas o hacer proselitismo, tenían mayores posibilidades de subsistir; pero para alcanzar el<br />
«equilibrio estratégico», las columnas armadas <strong>del</strong> Ejército Guerrillero Popular se vieron obligadas a mantener<br />
la iniciativa bélica de manera permanente, lo que se tradujo en fuertes pérdidas de personal y medios de<br />
la Fuerza Principal de cada región. Esta dinámica diferente obligó posteriormente a Feliciano a refugiarse en el<br />
río Ene hacia 1992 para subsistir.<br />
81 Obsérvese la semejanza entre esta situación y la existente a comienzos de la guerra, cuando el arquitecto Belaunde atribuía la violencia<br />
a la presencia de agentes de potencias extranjeras decididas a desestabilizar al Perú. En una entrevista en la Base Naval <strong>del</strong> Callao,<br />
Abimael Guzmán, preguntado acerca de la utilización de la coerción contra las masas y la precariedad de las adhesiones así conseguidas,<br />
afirmó que, según el presidente Mao, el apoyo activo de las masas se buscaba sólo en la fase final <strong>del</strong> asalto de las ciudades desde el<br />
campo, en el momento inmediatamente anterior a la toma <strong>del</strong> poder. Preguntado sobre el autoritarismo, afirmó que éste consiste en no<br />
saber interpretar los intereses objetivos de las masas.<br />
TOMO II PÁGINA 68