Sección Segunda: Los Actores del Conflito - DHnet
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LOS ACTORES ARMADOS<br />
Fujimori se hizo presente en el teatro de operaciones más para sacar provecho político que para apoyar<br />
el esfuerzo de guerra. Señaló el puesto de Tiwinza como un objetivo militar decisivo y declaró sorpresivamente,<br />
en medio de los combates, que las fuerzas peruanas habían desalojado de allí a las fuerza ecuatorianas<br />
y que, en vista de esta victoria, él había decidido un cese unilateral <strong>del</strong> fuego a partir <strong>del</strong> mediodía <strong>del</strong><br />
martes 14 de febrero. En los hechos, Tiwinza no había quedado bajo control militar peruano. A la hora de la<br />
orden <strong>del</strong> cese de fuego, fuerzas de avanzada peruanas quedaron en posiciones desventajosas y con las<br />
líneas de aprovisionamiento cortadas. El general Luis Pérez Documet, jefe de los comandos que soportaron<br />
lo peor <strong>del</strong> conflicto, fue promovido después a Jefe de la Sexta Región Militar, una nueva región creada<br />
expresamente para esa zona. <strong>Los</strong> pasos diplomáticos <strong>del</strong> mes de marzo, bastante favorables a la paz, más<br />
las elecciones presidenciales de abril, terminaron de distraer la atención de lo que había pasado realmente<br />
en Tiwinza. La mentira de Fujimori se convirtió en una firme convicción de quienes habían arriesgado sus<br />
vidas en ese conflicto, tan firme como su decisión de volver a arriesgarla contra quienes dijeran lo contrario.<br />
Así, mezclando el honor de las Fuerzas Armadas con una falsedad inaceptable para la ciudadanía consciente,<br />
Fujimori mantenía a las Fuerzas Armadas sometidas a su voluntad y fomentaba en ellas, y en los fujimoristas,<br />
un odio falsamente patriótico contra los críticos democráticos <strong>del</strong> régimen.<br />
Esta aclaración no implica negar en ningún punto el alto valor que tiene para ambos países el tratado de<br />
paz que ahora los une. El kilómetro cuadrado que el tratado otorga en propiedad sin soberanía al Ecuador en<br />
la zona de Tiwinza es un justo memorial a los ecuatorianos que allí lucharon y murieron y es, al mismo tiempo,<br />
una prueba de que los combates se dieron en suelo peruano y de que el Perú actuó en legítima defensa.<br />
Es innegable el efecto <strong>del</strong> conflicto sobre los resultados de las elecciones presidenciales. El candidato<br />
opositor, Javier Pérez de Cuéllar, se abstuvo de atacar al Presidente, pues el Perú atravesaba un conflicto<br />
armado y era imperioso mantener unida la voluntad nacional. <strong>Los</strong> temas de violación de los derechos<br />
humanos, aquellos que producían directamente una descalificación de Fujimori en el ámbito internacional,<br />
no podían ser usados por el candidato opositor. Fujimori, en cambio, lució sin escrúpulos su prestigio de<br />
líder militar e hizo su campaña con eso, no con planteamientos políticos. Fue una situación semejante a la<br />
<strong>del</strong> golpe de Estado. En vista de que el país se estaba enfrentando a un grave peligro, el de una guerra generalizada<br />
con el Ecuador, la mayoría de la población optó por apoyar al régimen que estaba dirigiendo el<br />
esfuerzo de defensa, a fin de no debilitar al país. Como es sabido, en situaciones de emergencia la población<br />
se inclina a apoyar propuestas continuistas y no polarizadoras.<br />
Meses antes <strong>del</strong> conflicto, en septiembre de 1994, el general Howard Rodíguez, jefe de la Primer Región<br />
Militar, había sido sorprendido por periodistas repartiendo manualmente propaganda electoral impresa de<br />
Fujimori. Lo acompañaban numerosos oficiales y personal de tropa, en una especie de operativo militar de<br />
acción cívica en apoyo a la campaña electoral de Fujimori. Tales acciones de proselitismo oficialista a cargo de<br />
las Fuerzas Armadas habían sido detectadas en muchas partes antes de que esta acción particular fuese revelada.<br />
Ésta sí causó escándalo, pero la justicia militar sólo halló responsabilidad en oficiales de baja gradación.<br />
Fujimori abusó grotescamente de su popularidad renovada por su reelección y por el desenlace pacífico<br />
<strong>del</strong> conflicto <strong>del</strong> Cenepa. El Congreso aprobó en junio de 1985 una ley de amnistía general que eliminaba las<br />
sentencias condenatorias y procesos por <strong>del</strong>itos cometidos durante la lucha contra el terrorismo y al mismo<br />
tiempo anulaba las condenas por el intento de golpe militar contra Fujimori <strong>del</strong> 13 de noviembre de 1992 y las<br />
más recientes por ultraje a la Nación y a las Fuerzas Armadas. Esta amnistía echaba por los suelos la justicia y<br />
era especialmente confusionista y ofensiva. Dejaba impunes y libres, con pleno derecho a continuar en la carrera<br />
militar, a los más avezados violadores de los derechos humanos, como los autores de las matanzas de La<br />
Cantuta y Barrios Altos. Pero, además, igualaba con ellos a los militares disidentes, los que habían sido calumniados<br />
e injustamente perseguidos por los tribunales militares manejados por el régimen.<br />
El conflicto con el Ecuador dio a la camarilla presidencial-militar liderada por Fujimori, Montesinos y Hermoza<br />
Ríos la ocasión para emprender nuevas adquisiciones de armamento y, de paso, cometer desfalcos y desvíos<br />
de dineros públicos hacia actividades ilícitas. Estos robos al Estado, perpetrados mediante la recepción de<br />
sobornos para aceptar contratos desventajosos y la sobrevaloración de material bélico, son de una magnitud<br />
nunca antes vista en la historia <strong>del</strong> Perú. Cabe destacar que los desfalcos fueron realizados usando parte importante<br />
de la infraestructura de inteligencia desarrollada para tomar el control <strong>del</strong> narcotráfico en los años anteriores.<br />
El dinero negro, antes proveniente sólo <strong>del</strong> narcotráfico y ahora también de los desfalcos al Estado, se con-<br />
TOMO II PÁGINA 247