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Volumen VI – Psicopatología de la vida cotidiana (1901

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En cuanto a <strong>la</strong>s acciones casuales esporádicas^^ [cf. pág.<br />

190«.], comunicaré un ejemplo que, aun sin mediar análisis,<br />

admitió una interpretación más profunda. Este ejemplo<br />

ilustra muy bien <strong>la</strong>s condiciones bajo <strong>la</strong>s cuales tales síntomas<br />

pue<strong>de</strong>n producirse <strong>de</strong> una manera por completo inadvertida;<br />

a<strong>de</strong>más, cabe anudar a él una importante puntualización<br />

práctica. Durante un viaje <strong>de</strong> vacaciones, tuve que<br />

aguardar algunos días en cierta localidad <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong> mi<br />

compañero <strong>de</strong> viaje. Entretanto, trabé re<strong>la</strong>ción con un joven<br />

que parecía sentirse igualmente solo y <strong>de</strong> buena gana buscaba<br />

mi compañía. Como residíamos en el mismo hotel, no fue<br />

sino natural que compartiésemos todas <strong>la</strong>s comidas e hiciésemos<br />

algunos paseos juntos. A <strong>la</strong> siesta <strong>de</strong>l tercer día me<br />

comunicó <strong>de</strong> pronto que al anochecer esperaba a su esposa,<br />

quien llegaría en el tren expreso. Así se <strong>de</strong>spertó mi interés<br />

psicológico, pues ya por <strong>la</strong> mañana me había l<strong>la</strong>mado <strong>la</strong><br />

atención que mi compañero rechazase mi propuesta <strong>de</strong> hacer<br />

una excursión más <strong>la</strong>rga, y que durante nuestro breve paseo<br />

no quisiera seguir cierto camino por consi<strong>de</strong>rarlo <strong>de</strong>masiado<br />

empinado y peligroso. Y durante el paseo <strong>de</strong> <strong>la</strong> siesta afirmó<br />

<strong>de</strong> pronto que yo sin duda tendría hambre, y no <strong>de</strong>bía posponer<br />

mi cena por causa suya, pues él comería so<strong>la</strong>mente<br />

<strong>de</strong>spués que llegara su mujer. Entendí <strong>la</strong> señal y me senté a<br />

<strong>la</strong> mesa, mientras él se iba a <strong>la</strong> estación <strong>de</strong> ferrocarril. A <strong>la</strong><br />

mañana siguiente nos encontramos en el vestíbulo <strong>de</strong>l hotel.<br />

Me presentó a su mujer y agregó: «¿Tomará usted el <strong>de</strong>sayuno<br />

junto con nosotros?». Yo tenía una pequeña cosa que<br />

hacer a una cuadra <strong>de</strong> allí, y aseguré que volvería enseguida.<br />

Cuando luego entré en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> don<strong>de</strong> se servía el <strong>de</strong>sayuno,<br />

vi que <strong>la</strong> pareja había tomado asiento en una pequeña mesa<br />

situada junto a <strong>la</strong> ventana, y los dos ocupaban uno <strong>de</strong> sus<br />

<strong>la</strong>dos. En el <strong>la</strong>do opuesto había una so<strong>la</strong> sil<strong>la</strong>, pero sobre su<br />

respaldo estaba puesta, ocupando el sitio, <strong>la</strong> gran<strong>de</strong> y pesada<br />

capa <strong>de</strong> paño tirolés <strong>de</strong>l hombre. Comprendí muy bien el<br />

sentido <strong>de</strong> esa disposición, no <strong>de</strong>liberada, por cierto, pero<br />

tanto más expresiva por ello mismo. Quería <strong>de</strong>cir: «Para ti<br />

no hay aquí ningún lugar; ahora sobras». El hombre no reparó<br />

en que yo permanecía <strong>de</strong> pie ante <strong>la</strong> mesa sin sentarme;<br />

no así <strong>la</strong> dama, que enseguida co<strong>de</strong>ó a su marido susurrándole:<br />

«Le estás quitando su lugar al señor».<br />

A raíz <strong>de</strong> esta experiencia y <strong>de</strong> otras parecidas, me he dicho<br />

que <strong>la</strong>s acciones cumplidas <strong>de</strong> manera involuntaria han<br />

<strong>de</strong> convertirse inevitablemente en fuente <strong>de</strong> malentendidos<br />

206<br />

31 [Este párrafo y el siguiente datan <strong>de</strong> <strong>1901</strong>.]

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