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108 IVANHOK.midiendo los aceros con los antagonistas; dos ó tres, heridos é incapacesde continuar, se vendaban con las fajas, y procurabanapartarse del encuentro. Los caballeros montados, los cuales habiancasi todos roto sus lanzas en el primer choque, peleaban con lasespadas, prorumpiendo en sus acostumbrados gritos, y repitiendotajos y reveses con tanto ahinco y tesón, como si el honor y la vidadependiesen de aquel lance.Aumentóse ala sazón el tumulto por haber entrado en combatela segunda fila de cada cuadrilla, que obraba como cuerpo de reserva,y que corrió precipitadamente al auxilio de la primera. Los partidariosde Brian do Bois-Guilbert gritaban; «Mancan, Bauvaii (bEl Temple, el Temple.» El opuesto partido respondía con las aciadaciones: «Desheredado, Desheredado:» cuyas voces eran tomadasdel mote que llevaba en el escudo cada uno de los cuadrilleros.La batalla presentó entonces diferentes alternativas de ventajaen cada uno de los bandos antagonistas, según la furia de los combatientes,su destreza, su vigor, y el fuego y docilidad de sus caballos;y á medida que prevalecía una ú otra cuadrilla, se veíafluctuar la masa general hacia cada una de las estremidades de lapalestra. El retumbar de los golpes y los gritos de los caballeros ylos ecos de los instrumentos marciales, formaban un estrepitosoconcierto que ahogaba los aves de los heridos y de los que caiaoindefensos á los pies (le los caballos. Las espléndidas armaduras,empañadas con el polvo y con la sangre, cedían ya á los tajos delas espadas, ya á los golpes de las hachas. Los ostentosos plumajes,desprendidos de los yelmos, eran arrebatados por el viento, ;>guisa de copos de nieve, i.a hermosura y lucimiento del aparatomilitar había desaparecido. y solo se veía una escena de odio y d*peligro, que no podía inspirar mas que terror y compasión.Tal era sin embargo el imperio de la costumbre, que no solo elvulgo ignorante y grosero, que por lo coi aun se place en espectáculossanguinarios, sino las damas que coronaban las galerías,miraban aquella encarnizada lid, con afanoso interés sin duda,pero al mismo tiempo sin poder apartar de ella los ojos. Cuandoun amante, un marido ó un hermano saltaba de la silla, esparcíasemortal palidez en. algún rostro, y sonaba un grito agudo de es(1; Banca» «xa. el .. ole d« la bandera de loa Templarios, te cual era medio blaicay medio negra. oti se "ai de que aquella orden se mostraba tan benigna y la »venable á los Cristiane:: como formidable y terrible á los Sarracenos.

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