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322 IVANHOK,llenaba el testero dele* salones délas casas de aquella épocay servia tan solo para los dueños de la mansión y otras personasdistinguidas.Enfrente de la acusada se alzaba el dosel del gran Maestre, elcual estalla vestido con el ropaje de gala de la Orden, y tenia en lamano el báculo místico, símbolo de su autoridad. A sus pieshabía una mesa, y á ella dos secretarios, que tenían el cargo deponer por escrito todos los procedimientos de la causa. Las túnicasnegras de estos dos eclesiásticos, sus cabezas desnudas, y susmiradas graves y humildes, contrastaban con el aparato guerrerode los caballeros Templarios que asistían al juicio, ora como miembrosdel preceptorio, ora como individuos de la comitiva de Lúeasde Beaumanoir. Había cuatro preceptores en la audiencia, y ocupabansitios inferiores al del. gran Maestre, y algo mas elevadosque (1 piso inferior. Los bancos de los caballeros estaban al pié deitribunal y á la misma distancia de los preceptores que estos de!gran Maestre. Detrás de ellos, pero en la mis.na plataforma sehabían colocado los escuderos, con ropajes blancos, diferentes enhechura de los que usaban los otros individuos del Temple. Todoel concurso presentaba el aspecto de una gravedad majestuosaEn los rostros délos caballeros se notaba el aire militar correspondiente á su profesión, unido á la severidad y al recogimientopropios de unos hombres consagrados al servicio de Dios: esta última circunstancia era indispensable en presencia de un jefe comíBeaumanoir.En los otros puntos de la sala había guardias armados con partesanas,y otras muchas gentes atraídas por la curiosidad, y porel deseo (le ver á una hechicera judia, y al gran Maestre délosTemplarios. La mayor parte de estos espectadores eran dependientesde la Orden; como lo denotaban sus negros ropajes. Pero во sihabía negado la entrada á los habitantes de los pueblos y camposcircunvecinos: porque Lúeas de Beaumanoir tenia particular satisfacción en dar la mayor publicidad al edificante espectáculo de laadministración de la justicia. Inflamáronse sus grandes ojos azulesal considerar aquel aparato, como si lo envaneciera el papel queiba árepresentar, y la superioridad (pie le daban su puesto ymérito. Abriese la sesión con un salmo, que él mismo entono envoz suave; pero mas firme y segura de lo que correspondía á suedad. Este era el mismo que los Templarios cantaban, antes de ate

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