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72 IVAMI01S.al suelo desmontado, porque esta podia ser un accidente inevitable,mas aquella suponía falta de destreza 5' de conocimiento en eimanejo del arma y del caballo. El quinto caballero fué el único quesostuvo el honor de su cuadrilla, haciendo frente al caballero desan Juan, con quien rompió tres lanzas, sin que ni uno ni otro ganaseventaja considerable.Los gritos de la muchedumbre, las aclamaciones de los heraldosy el sonido de las trompetas anunciaren el triunfo de los vencedoresy la derrota de los vencidos. Los primeros se retiraron á sus pe.bellones, y los segundos alzándose como pudieron del suelo, salieronconfusos y avergonzados de la palestra, y fueron á tratar conlos vencedores acerca del rescate de las armas y caballos, que segun las leyes del torneo les correspondían. El quinto fué el que nia,-tiempo tardó en dejar la escena del combate, do la que se retiródespués de haber recibido los Víctores de los espectadores, para mayor bochorno^de sus compañeros.Otras dos cuadrillas do caballeros tomaron sucesivamente eicampo, y aunque tuvieron'varias alternativas en sus respectivosencuentros, la victoria quedó al cabo por los mantenedores, ningunode los cuales quechi desmontado, ni retrocedió delante de su antagonista,como hicieron algunos de estos en la serie de lances enque se empeñaron. Estas repetidas victorias abatieron considera,Memento el ánimo de los campeones. Tres solos se presentaron enla cuarta entrada, los cuales sin aproximarse á los escudos de BoisGuilbert, y de Erente-de-buey, tocaron los de los otros tres, queno habían manifestado tanta fuerza ni destreza. Mas esta, precauciónno les valió de mucho, y los mantenedores quedaron dueñosdel campo como antes. Uno de los recién entrados perdiólos estribosy cayó: los otros dos 110 supieron dar el golpe que se llamabaen el lenguaje caballeresco atktint. y que consistía en herir cotífuerza y empuje el yelmo ó el broquel del contrario, hasta derribarleó romper la lanza.Después de este cuarto encuentro, hubo una pausa que duró largorato, pues nadie se presentaba con ganas de esperimentar la suertede los vencidos. Los espectadores murmuraban; porque entre losmantenedores, Malvoisin y Frente-de-buey eran generalmenteaborrecidos por su altanería,y los otros escepto Grand-Mesnil, eranestranjeros, y por consiguiente mal mirados por la muchedumbrePero nadie manifestó su descontento tan á las claras como Cedrh-

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