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CAPÍTULO XXXI. 261gusto á mi cargo la dirección de los flecheros: y que me cuelguende! árbol mas alto de estas selvas, si se asoma uno solo de los sitiados al muro sin llevar mas flechas en la cabeza que las que se dispararonen el torneo de Ashby.—Bien dicho! respondió el caballero Negro; y si me oreéis dignodo tener algún mando en esta empresa, y hay algunos entre núestros bravos monteros que quieran seguir los pasos de un caballeroque así puedo llamarme, pronto estoy, con lo que la esperiencia meba enseñado, á conducirlos al ataque de esos muros.Distribuidos de este modo los respectivos cargos de los jefes, empozaron el primer asalto en los términos deque ya está informadoel lector.Cuando los sitiadores tomaron la barbacana, el caballero Negroon\ ió la noticia de tan feliz suceso al montero Loeksley, previniéndoleque aquella era la ocasión de observar mas de cerca y con masvigilanciarpie nunca el castillo, á fin de evitar que lossitiados conpregasen todas sus fuerzas, hiciesen una salida repentina, y volviósen á apoderarse del puesto de que habían sido arrojados. El Cabadoro tenia gran empeño en estorbar semejante designio; porque sabiaque los hombres que mandaba., alistados con precipitación, imperfectamentearmados y poco acostumbrados á obedecer, debíanpelear con gran desventaja con los soldados veteranos de los normandos,que estaban bien provistos de armas ofensivas y defensivas:y (pie para contrarestar el zelo y la intrepidez de los sitiadores, contaban con la superioridad que dan los hábitos militaros yel diestro manejo déla espada y del broquel.El Caballero empleó la suspensión que siguió á la toma de labarbacana, en dirigir la construcción de un gran tablado ó puentevolante, por cuyo medio esperaba pasar el foso, en despecho de tedala resistencia que podrían oponer los enemigos. Esta operaciónexigía algún tiempo: mas osle nc era gran inconveniente para lossitiadores, los míales esperaban que entre tanto lírica ejecutaríasu proyectoCuando el puente estaño concluido: «No debemos perder tiempo,lijo el caballero del Candado; el sol declina y yo no podré pasaraquí el clia de mañana. «Milagro será además, que no vengan lar.ceros de York al socorro de esa gente, en cuyo caso no nos será tanfácil llevar á cabo la. empresa. Vaya uno de vosotros á Loeksley , ydígale que ahora es la ocasión de disparar una descarga cerrada* ir

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