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CAPÍTULO VIII. 77tagonista una mirada, intérprete del odio y del furor que leatormentaba el pecho;y será donde no haya nadie que nos separe.—No faltará por mí, dijo el .'Desheredado, ni será culpa mia siasí no se verifica. A pié y caballo me hallarás siempre dispuesto ápelear contigo ; sea con espada, con hacha ó con lanza.»Otras y mas agrias razones hubieran proferido, si los maestresdel campo, cruzando sus lanzas entre los dos, no los hubieran obligadoá separarse. El Desheredado volvió á su puesto, y Bois-Guilhertá su tienda, donde permaneció todo el resto del día, entregadoí los arrebatos do la desesperación.Sin bajarse del caballo, el vencedor pidió una taza do vino, y desatandoel barboquejo del yelmo, dijo en voz alta que brindaba á lasalud de todos los verdaderos ingleses, y por la confusión do la tiraníaestranjera. En seguida mandó tocar la trompeta, y rogó á unheraldo dijese á los mantenedores que no hacia distinción entreellos, sino que estaba pronto á medir sus armas con cualquiera deios que quisiesen hacerle frente.El gigantesco Ercnte-dc-bucy, cubierto de negra armadura, fuéel primero que tomó el campo después de la derrota do su compañero.Elevaba en escudo blanco una cabeza negra de buey, mediodespintada por los repetidos golpes que habia resistido; y encimael arrogante mote: Cave: v.dsv.m. El triunfo del Desheredado sobreeste nuevo enemigo fué decisivo, aunque no importante. Los dosrompieron las lanzas gallarda y acertadamente; pero Frente-debueyperdió un estribo, y por consiguiente perdió la batalla.A'o fué menos aventurado el desconocido en su tercer encuentrocon sir Felipe de Malvoisin, a quien hirió con tanto ímpetu en elyelmo, que se rompieron las hebillas, y si no cayó al suelo fué porquelibre de este estorbo, pudo manejar con mas holgura el caballo.Malvoisin quedó vencido, como sus compañeros.En su cuarto encuentro con De Grand-Mesnil, el Desheredado semostró tan cortés, como hasta entonces habia sido diestro y valeroso.El caballo de este contrario era joven y fogoso, y en su primer-arranque se descompasó en tales términos, que el ginete no pudoasegurar la puntería. El vencedor no quiso aprovecharse de estaventaja : alzó la lanza, y pasando junto á su contrario sin tocarle,dio vuelta á su puesto, desde el cual ofreció á De Grand-Mesnil un•segundo encuentro por mcd'o de un heraldo, Mas él lo rehusó, con-

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