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CAPÍTULO VIII. 71do do los sitios que antes ocupaban; muchas generaciones han desaparecidodespués de la tierra que les ha olvidado, y en que ejercierontoda la plenitud de la autoridad feudal. ¿De qué aprovecharapues al lector saber sus nombres y los símbolos perecederos de sujerarquía ?Ágenos sin embargo del olvido en que habían de caer sus nombresy sos hazañas, los campeones entraron en el palenque, comprimiendosus briosos caballos, obligándolos á moverse pausada ygraciosameute, y ostentando así la destreza de los ginetes. Cuaníoestaban ya en el sitio del combate, sonó detrás de las tiendas delos mantenedores una música estraña y del género oriental, puestoque había \ cuido de Tierra santa; y el conjunto de platillos y campanillasservia al mismo tiempo de bienvenida y de amenazad loscaballeros recien llegados. Los ojos de la inmensa muchedumbrede espectadores so fijaron en los cinco, los cuales se acercaron á laplataforma en que estaban las tiendas, y separándose allí, cadauno tocó ligeramente y con el cabo de la lanza el escudo del caballerocon quien quería, medir sus fuerzas. Los espectadores de claseinferior, y aun muchos do los de mas alta, "jerarquía, inclusas algunasdamas, se disgustaron notablemente al ver que los campeonesescogían las armas de la cortesía: porque el mismo interés que oscilanen el dia las muertes .y catástrofes que se representan en lastragedias, inspiraban entonces los torneos y justas; y este interéscrecía en razón, del peligro que corrían los que en ellas tomabanparte.Habiendo manifestado de este modo sus pacíficas intenciones,ios campeones se retiraron á la estremidad opuesta, donde se formaronen linca; los mantenedores salieron ;i caballo de sus respectivospabellones, capitaneados por Bois-Guilbert; bajaron de la plataforma,y cada uno se colocó delante del caballero que había to-•e.do su escudo.Hicieron la señal los clarines y las trompetas, y todos partierona. carrera tendida, siendo tal la superior destreza ó la buena fortunade los mantenedores, que los contrarios de Bois-Guilbert, deMalvoisin, y de Erente-de-buey, cayeron al suelo al primer encuentro.El antagonista do Grand-Mesnil, en lugar de dirijir el golpeal crestón ó al broquel de su enemigo, se separó en tales términosde esta dirección que rompió la lanza hiriéndole de refilón el cuerpode la armadura; circunstancia mas deshonrosa que la decaer

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