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CAPÍTULO XXXIII. 29¡ídarás á tu prelado de la parte que has tenido en esta fechuría.—Amigo Aymer, respondió el Anacoreta, has de saber que toda!a comunidad de mi convento se recopila en mi persona: y quenadatengo que ver con el arzobispo de York, ni con el abad de Jorvaulxy de todo su capitulo.—Eres irregular, dijo el Prior, y en tí estoy viendo uno de losmuchos que se dan por eclesiásticos, sin serlo, profanando los santosritos, perdiendo las almas de los fieles, y dándoles piedras enlugar de pan.—Díme lo que quieras, repuso el ermitaño.—Basta, dijo boksley; haya paz entre vosotros. Tú, Prior, siquieres escapar con vida, no provoques la cólera de nuestro ermitaño;y tú. buena alhaja, no detengas mas al reverendo prelado.»Este consideró al fin que comprometía su dignidad, disputandocon el capellán de una gavilla de ladrones: juntóse con los otrosmonjes de su acompañamiento, y montó á caballo con menos pompa,que cuando cayó en manos de los bandidos.Solo quedaba que arreglar la fianza que había de dar el judío,tanto por su rescate como por el de Aymer. Viendo que era indispensableesta formalidad, firmó y selló una orden á uno de suscompañeros de York, mandándole que pagase mil coronas al portador,entregándole al mismo tiempo las mercancías especificadasen la nota que iba adjunta.«.Mi hermano Sheva, dijo, arrojando un profundo suspiro, tienela llave de todos mis almacenes.—¿Y la de la piedra que está debajo del manzano?Loeksley.preguntó—Dios me libre, respondió Isaac, y no permita que se descubra.¡amásese secreto.—So será por mi boca, dijo Loeksley, con tal de que ese papelproduzca el efecto deseado. Pero ¿qué haces, Isaac? ¿Estás lelo?¿No piensas ya en el peligro de tu hija?—Si. dijo el judío, saliendo de la suspensión en que le babiapuesto la firma que acababa de echar. Me voy sin detenerme. A Diostú, á quien quisiera llamar buen hombre, y á quien ni quiero nidebo llamar malvado. •Antes que Isaac se separase de la cuadrilla, el Capitán le dio elconsejo siguiente. Sé liberal en tus ofertas, Isaac; no te parea endinero, si quieres sacar á tu hija de las garras de Brian de Boii-

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