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CAPÍTULO XXII. 183¡lejo. Tu suerte está en tus manos: habla, y se te dará gusto.— Ten compasión, dijo el judio : no puedo escoger entre los mediosque propones: mis facultades no me permiten suscribir á tanexorbitante demanda.—Desnudadlo, esclavos, dijo el caballero, y asístanlo los de sucasta si pueden.»Los satélites, obedeciendo mas bien los ojos y los gestos del Barónque sus palabras, echaron mano del infeliz Isaac, le arrancaron delsuelo, y colocándole entre los dos, aguardaron la última señal delferoz normando. El mísero hebreo miró sucesivamente á los tres,esperando leer en sus rostros algunos síntomas de misericordia;pero el de Frentc-de-buey manifestaba la misma fria é implacablesonrisa que al principio; y los ojos feroces de los sarracenos cente~lleaban entre sus negras pupilas, realzando su horrorosa espresionel blanco círculo que los rodeaba, como si lejos de repugnar al ministerioque iban á ejercer, gozasen de antemano de la escena quese preparaba. El judío miró en seguida las ardientes ascuas, sobrelas cuales iban á ser estendidos sus miembros; y perdiendo toda esperanzade compasión de parte de su verdugo, cedió de su tenazresolución.Pagaré, dijo, las mil libras de plata; quiero decir, añadió despuésde haberse parado un momento, las pagaré con la ayuda demis hermanos ; y será preciso que pordiosee á la puerta de la Sinagogaantes de poder juntar tan inaudita suma. ¿Cuándo y adondelas has de recibir?Vquí, y ahora, respondió Frente-de-buey. En estas balanzaslian de ser pesadas, y contadas en el suelo de este calabozo. ¿Piensasque te dejaré ir sin tener el rescate en mis manos ?—¿Y quién me asegura, preguntó el judío, que se me dejará libredespués de haber pagado?—La palabra de un noble normando que es algo mas que la deun perro usurero, dijo Frente-de-buey. La fe de un normando, quees mas pura que el oro y la plata de toda tu tribu.—Perdona, noble Lord, dijo el hebreo; pero ¿porqué he de confiaren la palabra del que no confia en la mia?—Porque no te queda mas arbitrio humano, dijo el caballero confirmeza. Si estuvieras en tu escritorio de York, y yo fuera á pedirte,prestado dinero, podrías dictar el interés y las fianzas. Este esmi escritorio ahora; aquí mando yo, y ni siquiera me digno rene-

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