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CAPÍTULO XXXI. 247sitiados: en avant, de Bracy: Beau-Séawt; Fmit-de-Bm'f á lare*-cmsse, según los gritos de guerra adoptados por cada uno de losi-andidos.Mi unos ui otros, sin embargo se contentaron con gritos y aclamaciones:sino que el furioso ataque do los sajones fué vigorosamenteresistido por los normandos. Los monteros, acostumbradosen sus pasatiempos y ejercicios al manejo del arco, en que eran sobresalientes,hicieron una descarga cerrada, de la que no escapóninguno de los que tenían alguna parte de su cuerpo fuera de lasalmenas. De resultas de estas descargas, que duraron algún tiempoá manera de aguacero, murieron dos ó tres de la guarnición, yquedaron muidlos heridos, porque cada flecha tenia un blanco particular,y no quedó tronera, abertura ni ventana á que no se dirigieseun tiro. Pos partidarios de Frente-de-buey y sus aliados,fiados en sus fuertes armaduras y en los parapetos de la fortificación,respondieron obstinadamente con otra descarga de ballestas,arcos y hondas, haciendo considerable estrago en los enemigosque casi se presentaban á cuerpo descubierto. El silbido de las flechas,piedras y bodoques era solo interrumpido por los clamoresde los combatientes de uno y otro lado, cuando notaban algún dañoconsiderable en el partido opuesto.«¡Que tenga yo que estar aquí encerrado como un fraile en sucelda, dijo ivanhoe, mientras otros están jugando mi libertad ó mimuerte! Mira otra vez por la ventana, Rebeca; pero cuenta no teasesten un tiro. Mira otra vez, y dime si se aproximan al asalto.»Rebeca con nuevo brio, que le habían dado sus actos de devoción,volvió á colocarse en la ventana, abroquelándose de modo que eraimposible la, viesen desde abajo.«¿Qué estás viendo? preguntó Ivanhoe.—Nada, sino una nube de flechas que oculta á los que las disnaran.—Pisto no puede durar, dijo Ivanhoe: si no vienen en derechuraá tomar el castillo á viva fuerza, sus Hechas poca mella han dehacer en las piedras de los baluartes. Mira si distingues al caballerodel candado, y que tal se porta en esa coyuntura; porque losmoldados no pelean sino les da ejemplo el caudillo.—No le veo, respondió la judía.—¡Malsín cobarde! esclamó Ivanhoe; ahora deja el timón cuandoo oís aprieta la borrasca.

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