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CAPÍTULO XXXIII. 289— Sí; esa es, respondió el anciano, temblando de inquietud , CO­MO antes babia temblado de miedo.bendígate Jacob, si puedes darmealguna noticia de la prenda de mi alma.— Lo único que puedo decirte , continuó el montero , es que elTemplario la sacó del último encuentro, y que ya yo le babia apuntadocon la flecha , cuando me detuvo el temor de herir á la dama.— ¡ Ojalá, dijo el judío , la bruñeses disparado , aunque hubiesesatravesado el corazón á la desventurada Rebeca ! Antes yazca en elsepulcro de mis padres, que en los brazos del licencioso y sanguinarioBois-Guilbert.— Amigos, dijo el capitán, aunque ese hombre no es mas que unjudío, su angustia me llega al corazón. Di la verdad, Isaac; ¿has dequedar completamente arruinado si pagas las mil coronas del rescate? »(saac, volviendo á la consideración de su dinero , cuya afición átuerza de un hábito inveterado luchaba en su alma con los impulsosdel amor paterno, quedó pálido y confuso al oír esta pregunta:mas al fin , no pudo menos de confesar que le quedaría algún sobrante— No importa, dijo hocksley , contigo no repararemos en pelillos; y además (pie sin el auxilio de buenos sacos de escudos , tanfácil te será sacar á tu bija de las manos de ürian , como matar unciervo con pelotas de lana. Pagarás la misma suma que el Prior, ópor mejor decir, cien coronas menos. cuyas cien coronas serándisminuidas de la parte que me toque en tu rescate. Con eso evitaremosel poner al judio en la misma clase que al prelado , y tenoresseiscientas coronas para tratar de la libertad de tu hija. Bois-< ¡uilbert es tan aficionado á los ojos negros, como á la plata acuñada: date prisa á tentar la codicia de Brian, antes que suceda algunacatástrofe. Seguir las indicias que me han traído mis compañeros,le encontrarás á pocas millas de aquí, en el preceptorio de suorden. ¿He dicho bien, amigos?»Los monteros espresaron su aprobación á las medidas tomadaspor el jefe. Isaac, aliviado en parte de sus temores por los datos queiiabia adquirido acerca del paradero de Rebeca, y por la esperanzale rescatarla, se arrojó á los pies del generoso bandido, y quiso beíarla guarnición de su gabán : mas el capitán retrocedió , no sin¡arle muestras de desprecio.Álzate, desdichado , le dijo: yo he nacido cu Inglaterra , y no10

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