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CAPÍTULO XXXVJ. 311—Tienes razón, dijo el Oran Maestre, procuremos deshacer el encantode que es víctima ese desgraciado. El favor del cielo romperálos lazos de esta Dálila, como Sansón rompió las cuerdas conque le habían atado los Filisteos, y Brian quedará libre de sus cadenas,y volverá á verter á raudales la sangre de los infieles. Maspor lo que hace á esa maga aborrecible que se ha atrevido á ejercersus hechizos con un soldado del Temple, la impía morirá demuerte.—¡Y las leyes de Inglaterra! dijo Malvoisin, el cual, aunque mirabacon placer que la cólera de su superior habia tomado una direccióndiferente de la que él temía, procuraba moderarla; á fin deque no llegara al estremo.—has leyes de Inglaterra, dijo el gran Maestre, permiten y mandaná cada uno juzgar y ejecutar justicia en los límites de su jurisdicción.El Barón menos ilustre puede prender, sentenciar ycondenar á una hechicera que ha delinquido en sus dominios. ¡Yno tendrá la misma facultad el gran Maestre de los Templarios enios muros de un preceptorio! Sí: la juzgaremos y pronunciaremossentencia. La hechicera pagará con la vida, y el descarrío de Brianserá perdonado. Dispon la sala del castillo para el juicio.liberto de Malvoisin hizo una reverencia, y se retiró, no á darlas disposiciones que el gran Maestre le habia mandado, sino ábuscar á Bois-Guilbert, y á darle cuenta de todo lo que pasaba. Notardó en encontrarle, pateando de rabia de resultas de los nuevosdesaires que le habia hecho la judía. «¡Ingrata! decia. ¡Perversa, Aquien en medio de las llamas y de la sangre salvé la vida, arriesgandola mía propia! Te juro que por arrancarla de aquel peligrome detuve en el castillo de Frente-dc-buey hasta que ya crugianlas vigas sobre mi cabeza. Fui blanco de cien flechas, que golpeteabanen mi armadura, como el granizo en un techo de plomo, y solome serví de mi escudo para protegerla. Esto he hecho por ella;y ahora la infame me maldice porque no la dejé perecer en el incendio;y no solo no quiere darme la mas pequeña señal de agradecimiento,pero ni aun la roas remota esperanza de que llegue eidía en que me trate con menos crueldad. El Diablo se ha apoderado•le su persona.

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