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IVANIÍ0E.dan á. Ivanboe en Inglaterra. ¿Qué aspecto era t-l «u,vi> cuando kvisteis la última vez ? ¿Ha dejado la enfermedad profundas huellasen su vigor y en su bella presencia ?—Algo mas delgado y moreno me pareció, respondió el estranjero,que cuando vino de Chipre en la comitiva de Ricardo ('orazoL.de león. Parecía torvo y apesadumbrado ; pero yo :io le \ i de cerea, no siendo conocido suyo.—Pocas cosas hallará en su tierra nativa, dijo ia dama, que puedan disipar esas nubes que le ofuscaban. Gracias, buen peregrino,por esas noticias que me habéis dado acerca del compañero do miinfancia. Doncellas , ofreced un vaso do vino á este santo varón , •'.quien no es justo que yo detenga mas tiempo.»Una de las camareras presentó una copa de plata iiena de unabebida hecha con vino y especería , que lady Rowena. después d>haber aplicado á sus labios, entregó al peregrino. Este hizo una reverencia, y bebió algunas gotas.«Acepta esta limosna, amigo, continuó la dama presentando ,uperegrino una pieza de oro, en galardón de tus romerías, y en nombrede los santos lugares que has visitado.»El peregrino tomó la limosna haciendo otra inclinación, y siguió" á Elgita fuera del aposento.En la antecámara halló á Anwold, que tornando ia luz de mano.-de la doncella, lo condujo apresuradamente y con poca ceremoniaá la parte esterior y mas humilde del edificio, donde Labia grannúmero de piezas pequeñas dispuestas á lo largo de un corredor, >destinadas para dormitorio de los criados inferiores y de los huéspedesde condición humilde.«¿En cuál de estas piezas duerme el judío? preguntó el peregrino.—El podenco, respondió Anwold, está en la celda inmediata á iatuya. Mucho limpión y mucho barrido necesita antes (pac puedaservir de albergue á un hombre honrado.—¿Y dónde duerme Gurth el porquerizo? dijo el estranjero.—Gurth, respondió el criado, duerme en la otra próxima á iatuya: tú estás en medio para preservar al judío de la abominaciónde sus doce tribus. Mejor aposento se te hubiera destinado si hubierasaceptado el convite del copero.—Bueno es este, dijo el peregrino, que no hay contagio que pasepor un tabique de tablas de encina.»

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