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110 IVÁNHOE.dos les ocurrió al mismo tiempo la idea de ayudar del modo masventajoso á su partido, socorriendo al Templario en la lucha consu rival. Volvieron riendas casi al mismo instante, y el sajón acudiópor un lado y el normando por otro, lira casi imposible resistirá tan desigual é inesperado ataque; y quién sabe, cual hubierasido la suerte del Desheredado, si no lo hubiera salvado el gritogeneral de los espectadores, que no podían menos de decidirse enfavor del que peleaba con tanta desventaja.«¡Ojo alerta, señor caballero Desheredado! > Tales fueron las vocesque sonaron simultáneamente eti todo el ámbito de la palestra;y esto fué lo que le dio á entender el riesgo que corría. Descargóun golpe al Templario, y volvió el caballo para eludir los de aquellosdos nuevos enemigos. Viendo estos frustrada su intención,corrieron en opuestas direcciones á ponerse entro Brian y el Desheredado,y tan violento fué su arranque, que casi se atropellaronuno á otro. Recobráronse con prontitud, y circundando el objetode su encono, insistieron en su designio de echarle al suelo.Hubiéranlo logrado en efecto, á no ser por la estraordinariafuerza y agilidad del generoso bruto con que, habían sido premiadassus hazañas del día anterior; lo cual le fué tanto mas provechoso,cuanto que el caballo de Brian de liois-tíuilbert estaba herido,y los de Frente-de-buey y Athelstane cedían ya á la violentafatiga de los lances anteriores, al enorme peso de sus fornidosamos y de sus armaduras. La admirable destreza del Desheredadoen manejar el agilísimo y fogoso caballo que montaba, le sirviódurante algunos minutos para hacer frente á los tres enemigos: áveces giraba con la rapidez del balcón que se lanza sobre la presa,á fin de mantenerlos separados, á veces descargaba un tajo al uno,después de haber fingido dirigirlo al otro, y siempre estaba su espadaen movimiento, evitando y parando los golpes que de consunole asestaban.Pero aunque todos admiraban aquella increíble prontitud y sereuidad,veían al mismo tiempo que era imposible que durase : los queestaban alrededor del Príncipe le instaban á que hiciese la señalque debía poner término á la lucha , á fin do evitar á tan gallardocaballero un vencimiento que solo podia atribuirse ala despropor--•don de las fuerzas con que se las había.«No, por la clara luz de ios Cielos, respondió (d Príncipe; el motíveteque oculta su nombre y desprecia las ofertas de mi bospi-

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