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CAPÍTULO XXYIY. 345venia aquel papel en que se te aconsejaba que pidieses campeón,si no es de Brian de Bois-Guilbert? ¿De quién podías esperar tantointerés y tan saludable consejo?—Para suspender un momento una muerte inevitable, dijo Rebeca.¿Es eso todo lo que podías hacer por mí, después de habermesumido en el abismo de mi perdición?—No, dijo el templario, no es esto todo lo que me propongo hacer.Si no hubiera sido por la intervención del gran Maestre y deGoodalricke, que se jacta de pensar y sentir según las reglas ordinariasde la humanidad, el oficio de campeón defensor correspondía,no á un preceptor, sino á un compañero de la Orden. En estecaso, yo mismo, tal era mi propósito, me hubiera presentado en elpalenque al primer sonido de la trompeta, disfrazado como un caballeroerrante (pie va á caza de aventuras y á probar con el primeroque se presenta la fuerza de su espada y de su lanza. Y entonces,aunque Beaumanoir hubiera escogido dos, tres, cuatrocaballeros de los mas valientes de la Orden, yo te aseguro que nadahubiera tenido que temer; entonces hubiera sido declarada tu inocencia,y quedaría á cargo do tu gratitud el galardón de tantoriesgo y de tanto sacrificio.—Os estáis vanagloriaudo, dijo Rebeca, de lo que hubierais hechoá no haber tenido por mas conveniente obrar de otro modo.Habéis recibido mi guante; y mi campeón, si una criatura tan desgraciadapuede encontrar quien la defienda, tendrá que lidiar convos cuerpo á cuerpo. ¿Y aun 03 atrevéis á llamaros mi protector ymi amigo?—Y lo seré, respondió el templario; pero observa el riesgo; ó pormejor decir, la certeza del deshonor que me aguarda, y no estraiíesque estipule algunas condiciones antes de esponer lo que siemprelie apreciado mas que la vida.— Habla, dijo Rebeca, que no te entiendo.— Te hablaré, dijo el Templario , con la misma franqueza que eipenitente al confesor. Si no me presento en ei combate, como se melia mandado, pierdo para, siempre la fama y la dignidad que ocupo; cosas que son para nosotros como el aliento que respiramos:pierdo la estimación de mis hermanos, y las esperanzas bien fundadasde subir á la suprema autoridad que hoy ocupa Lúeas deBeaumanoir. Tal será mi suerte si no salgo armado á combatir tucausa. ; Maldito sea el preceptor que me armó este íazo, y maldito

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