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382 IVANHOE.No c. posible describirla sensación que produjo esta aparición enios que la presenciaron. Cedric retrocedió precipitadamente hastala pared, y quedó apoyado en ella como si no bastasen sus propiasfuerzas á sostenerle. tijas las miradas , entreabiertos los labios, éincapaz de respirar y de moverse. Ivanhoe se santiguaba lo masde prisa que podia, y recitaba cuantas oraciones se presentaron ásu memoria en sajón, en latin y en francés. Ricardo, luchando entresus sentimientos religiosos y su inturbable valor . empezó porim salmo y acabó con un terrible juramentoAl mismo tiempo se oyó en las piezas inferiores una confusagritería.«En nombre de Dios, dijo Cedric al que creía espectro de su difuntoamigo, si eres mortal, habla ; si eres espíritu, dínos por quécausa vuelves ñ la tierra , ó qué podemos hacer para asegurar tueterno reposo: vivo «i muerto , noble Athelstane , habla á tu amigoCedric.—Hablaré, dijo el espectro sin alterarse , cuando me dejes hablary cuando cobre aliento. ¿ Que si estoy vivo ? Tanto como puedeserlo el que ha estado en ayunas por espacio de dos dias , que mehan parecido dos siglos. Sí, padre Cedric, así Dios me salve; y providencia de Dios es que pueda contarlo.— ¿Como es posible? dijo Eicardo. Yo mismo te vi caer bajo laespada del feroz templario poco después del asalto del castillo, ycreí como después me aseguró VVamba, que te habia partido elcráneo hasta los dientes.—Te engañaste, señor caballero, dijo Athelstane, y Wamba mintiócomo villano: mis dientes están como estaban , y espero probarlocuando me den de cenar. No fué la culpa del templerario , sino desu espada, que se le torció en las manos y cayó de llano sobre micabeza. A no haber estado sin morrión, ni aun hubiera sentido elgolpe, y el templario hubiera ido á contarlo al otro mundo. Peroestaba descubierto, y caí aturdido, aunque sin daño considerablePin seguida cayeron sobre mí cinco ó seis entre muertos y heridos,todo lo cual prolongó mi muerte aparente. Cuando recobré missentidos, me hallé dentro de un ataúd, que por fortuna estabaabierto, en frente del altar de san Edmundo. Estornudé repetidasveces, me quejé, disperté de un todo, y ya iba á levantarme, cuandoel sacristán y el abad acudieron al ruido aterrados y confusos,tomándome por un espectro. Así que echaron á correr y me quedé

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