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38 TV ^NHOE.• 1 judío, ora en la hermosa Sajona, se entregaba á pensamientos queabsorvian toda su atención y parecían escitar en él un gran interés.El prior Aymer sostenía que en el ejercicio de la caza, que era ladiversión general de los nobles y ricos ingleses en aquella época,debían adoptarse, como mas propios y expresivos , los lia-minos ylocuciones de que se valian los franceses, Cedric deeia por el conirarioqueesta innovación no aumentaba en manera alguna el placer,y que no se necesitaba hablar francés para correr liebres y venados.Cada cual sostuvo con igual ahinco su opinión, hasta queel Templario, alzando la voz con aquel tono de predominio y autoridadque siempre usaba en semejantes ocasiones: «1 ,a lengua francesa,dijo, no solo es el idioma natural de la caza, sino también elle la guerra y el del amor. Con él se gana el corazón de las damas,y con él se desafia al enemigo y se escita el valor en la pelea.—Dad una copa de vino al señor Templario, dijo Cedric, y otra;d P. Prior, en tanto que yo les cuento un suceso de ahora hacetreinta años. Cedric el sajón no necesitaba entonces de los primoresque han' introducido los poetas franceses; su lengua natural lebastaba para hallar buena acogida entre las damas, y ahí está elcampo de Northallcrton, que puede decir si en la jornada del santoestandarte no se oían desde tan lejos las bélicas aclamaciones delas filas de los Escoceses como el cr¿ de guerre délos mas intrépidosbarones normandos... ¡A la memoria de los que pelearon en aquellagloriosa acción! Haced la razón, nobles huéspedes.» Bebió, al acabarestas palabras, una copa llena, y continuó su perorar-ion conigual ardor y entusiasmo: «Gran día fué aquel en que no se oia masque el choque de los broqueles, y en que cien banderas cayeron sota-elas cabezas de los que las defendían, y la sangre corría comoagua, y do quiera se veia la muerte, y en ninguna parte la fuga.La fiesta de las espadas la llamó un poeta sajón; y en verdad quelos Sajones parecían una bandada de águilas que se arrojan á lapresa. ¡Que martilleteo continuo de golpes sobre los escudos y losyelmos! ¡Que gritería, cien veces mas alegre que la de un dia deboda! Mas ya no existen nuestros bardos; la memoria de nuestrashazañas se desvanece en la fama de otro pueblo; nuestro idioma yhasta nuestros nombres se van perdiendo, y nadie llora estos infortuniossino un pobre viejo solitario.... Copero, bellacos, llenad lascopas. Señor Templario, á la salud de! mas valiente de cuantos

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