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CAPÍTULO II, 11najes. Veíase claramente que era eclesiástico de alta gerarquía ; ypor su hábito conocíase pertenecer á la orden delCíster.Este digno religioso montaba una lozana muía de paso, cuyasgualdrapas eran sumamente galanas y vistosas, y cuyo freno adornaban,según la costumbre del tiempo , muchas campanillas deplata. Su posición acaballono manifestaba el desgarbo de un hombreretirado, sino la gracia y la destreza de un ginete inteligente ypráctico. De todo lo cual era fácil inferir cpie tan humilde cabalgadura,por agradable y cómodo que fuera su paso, solo le serviapara caminar por aquellas malezas y soledades. En otras ocasionesmontaba uno de los potros mas generosos y arrogantes délosque se crian en las orillas del Guadalquivir , y en la época de quevamos hablando los mercaderes llevaban, con gran riesgo y gasto,estos animales á Inglaterra para el uso de las gentes ricas y de distinción.Llevábalo por la brida un hermanolego, délos que acompañabanen calidad de sirvientes al prelado. Cubría la silla y gualdrapasde este soberbio palafrén, una gran manta de paño, que casi¡•arria la tierra, y en (pie estaban bordados con gran esplendor variosemblemas eclesiásticos. Otro hermano lego conducía una acémilacargada con el equipaje del monje, y otros dos de la mismaurden, aunque de grado inferior, cabalgaban detrás, riendo y conversandoentre sí, sin prestar atención á los demás que componíanla comitiva.El compañero del magnate eclesiástico era un hombre de masde cuarenta años do edad, delgado, fuerte, alto y nervudo ; figuraatlética, en quien las grandes fatigas y el ejercicio constante nohabían dejado, según parecía, ninguna de las partes blandas de laconstitución humana, sino una armazón de huesos y fibras que habíasobrellevado, sin perder su vigor, muchos trabajos y esfuerzos,y se hallaba en disposición de sobrellevar muchas mas. Cubríalela cabeza un gorro de grana, forrado do pieles, de una hechuraparticular , llamado entonces mortier, mortero, en lenguafrancesa, por su semejanza con este utensilio doméstico; mas estegorro le dejaba descubierta la fisonomía, cuya espresion inspirabaeierta estrañeza, ó mas bien un verdadero terror, al que por primeravez la miraba. Sus facciones, naturalmente prominentes y animadas,habían adquirido un tinte oscurísimo, casi semejante al eleun africano en la ardiente atmósfera délos climas de los trópicos, y.-. nsu estado ordinario mostraban la calma eme sucede á la bor-

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