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92 IVANHOE.¡negocio perdido!... El solo se traga todos los provechos de la semana....y con todo eso, quizás acabará mejor que yo pienso, porqueel mancebo me parece honrado.—Seguro que lo es, respondió la doncella , y no os arrepentiréisdo haberle manifestado vuestra gratitud por el favor que os hizo.— Así lo espero, dijo Isaac, y también espero en la reedificacióndcíerusalen. Pero del mismo modo que los ojos de mi cara han dever los cimientos y los muros del nuevo templo, verán á un cristiano,aunque sea el mejor de ellos, pagar sus deudas á un judío,salvo con la intervención del juez y del carcelero.»Al decir estas razones, continuó el paseo con el mismo abatimientoque antes, Rebeca, viendo que todo lo que decía para consolarle soloservia para suscitar nuevos motivos de pesadumbre , desistió discretamentede su inútil empeño: conducta prudentísima que nosotrosrecomendamos á todos los que en semejantes casos la quieranechar de consejeros.Acercábanse ya las pardas sombras de la noche, cuando una criadaisraelita entró cu el aposento y puso sobre la mesa dos lámparasde plata llenas de aceite perfumado; otro sirviente colocó sobre unmueble de ébano guarnecido de plata los vinos mas esquisitos y losmanjares mas delicados : porque en lo interior de sus casas los judíosno escaseaban las comodidades y finuras del lujo mas suntuoso.En seguida vinieron á decir á Isaac que deseaba hablarle unnazareno, nombre que daban entre sí á los cristianos. El que vivedel tráfico debe estar á disposición del primero que llega. Isaacvolvió á poner sobre la mesa el vaso de vino que había llevado á loslabios, y deque aun no había probado gota, y mandando á su hijaque so cubriese con. el velo, dio orden que el forastero pasase adelante.Apenas había ocultado Hebcca sus hermosas facciones bajo undelicadísimo tejido do plata que le llegaba hasta los píes , se abrióla puerta y entró Gurth embozado en los anchos pliegues de su capanormanda. Su aspecto era realmente sospechoso, y lo pareciómucho mas cuando en lugar de quitarse la gorra se la encasquetóhasta las cejas.«¿Eres lú Isaac el judío do York? preguntó Gurth en .sajón.—Sí, respondió Isaac en la misma lengua, porque sus continuosnegocios le habían obligado á aprender todas las que se hablabanentonces en Inglaterra. ¿Y tuquien eres?

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