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CAPÍTULO xu.das, y manteníanse juntos, y separados de !a muchedumbre, burlándosecutre sí de aquellos usos estraños pero sin desdeñar losnian jares y tragos que tan liberalmente se les presentaban.Habían acudido bandadas de mendigos: soldados vagabundosque acababan de llegar, según decían, de la Tierra santa: buhoneros,con sus tiendas portátiles llenas de baratijas y chucherías;jornaleros que buscaban acomodo, peregrinos charlatanes; músicosy trovadores, que cantaban salmos y plegarias al son de susagrios y desentonados instrumentos. Uno entonábalos encomiosle Atbelstane en pomposo y altisonante panegírico; otro enumerabaen versos sajones los ásperos y exóticos nombres de sus ilustresascendientes. No faltaban titiriteros y bufones, para divertircon sus chistes y contorsiones á la concurrencia: ni parecían impropiosestos ejercicios en ocasión tan triste y en tan respetableceremonia. Las ideas dominantes entre los Sajones sobre estas fúnebresfestividades eran sencillas y aun groseras. La pesadumbreno sacia el hambre ni apaga la sed: y en este principio se fundabaia costumbre inmemorial que observaban de solemnizar la muertede sus parientes y amigos con borracheras y comilonas, proporcionandoal mismo tiempo motivos de distracción y recreo á losque se sentían sobradamente afligidos y consternados. Los concurrentesse aprovechaban de tantos y tan eficaces motivos de consuelo;pero do cuando en cuando , como si se acordaran de pronto delobjeto que les bahía reunido, los hombres prorumpian de consunoen sollozos, y las mujeres en penetrantes lamentos y aullidos.Tal era el aspecto que presentaba el patio del castillo de G'oningshurghcuando entraron en él Kieardo y los suyos. El senescal, quese curaba poco de los huéspedes de clase inferior, procurando soloevitar sus escesos y conservar el buen orden, reparó con estrañezami el buen talante de Kieardo y de Ivanhoe; recordando al mismotiempo una idea, aunque confusa, de las facciones del último. La venidaademás de dos caballeros , porque tales denotaban ser los dosestrangeros en sufrago, era raro acaecimiento en una fiesta de.Sajones, y se consideraba como gran honor al difunto y á su familia.El senescal, vestido de luto, y empuñando la vara blancaque denotaba su oficio, penetró por entre ia muchedumbre, y condujoá los dos recíenvenidos á. la entrada de la torre. Gurth yWamba encontraron muchos conocidos en el patio, y no se atrevieronó pasar mas adelante hasta ser espresamente llamados.:fi5

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