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CAPÍTULO XXIX. 249les echan piedras, vigas, y troncos de árboles. Los que caen heridosse retiran, y otros vuelven á ocupar sus puestos. ¡Santo Dios*,¿has dado tu imagen al hombre, para que se la maltrate y desfiguretan horriblemente su propio hermano?—No pienses en eso, dijo Ivanhoe, que ahora no estamos entiempo de reflexiones. ¿Quién cede? ¿Quién adelanta?—Ya no hay escalas en el muro, dijo Rebeca; todas han caído alsuelo. Los pobres sitiadores ruedan como reptiles. Los sitiadosganan.—San Jorge sea con nosotros, dijo Ivanhoe. ¿Posible es que esosvillanos se amedrenten?—No, respondió Rebeca; que se rehacen y pelean con valor. Elcaballero negro se acerca á la poterna, con una hacha formidableen la mano. Bien puedes oir los terrible golpes que le descarga.Los del muro le arrojan vigas y piedras; mas él las aparta comosi fueran plumas.—Por san Juan de Acre, esclamó Ivanhoe, incorporándose congrandes muestras de alegría, no hay mas que un hombre en Inglaterraque sea capaz de semejante hazaña.—La poterna cede, dijo Rebeca; ya cruje.., ya está hecha astillas.La barbacana, es nuestra. ¡O Dios! Los Normandos dejan elparapeto... ya están en el foso. ¡Hombres, si hombres sois en verdad,perdonad al rendido!—El puente, dijo Ivanhoe : observa el puente que comunica conel castillo, ¿Lo han pasado los sitiadores?—No, dijo Rebeca; el Templario lo ha destruido, y se retira aicastillo con algunos pocos. Los otros... ya oyes sus quejidos lastimeros.Cierto es que la. victoria es mucho mas cruel que el combate—¿Qué hacen ahora? dijo Ivanhoe. Observa bien, que no es ocasiónesta de espantarse al ver muertos y heridos.—Todo está suspenso, dijoh'ebeca; los nuestros se fortifican en labarbacana, y en ella se parapetan de los pocos tiros que les disparande cuando en cuando los de adentro; y creo que es mas bienpara incomodarlos que para hacerles daño.—Los nuestros, dijo Ivanhoe, no abandonarán una empresa quehan empezado tan gloriosamente, y que con tanta felicidad hanllevado á cabo. No por cierto; apostaría mi vida á que no cede esebuen caballero que ha echado abajo las barras de hierro y tablasde encina de la poterna. ¡Cosa estrada! No hay dos hombres en la

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