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:$4 IVAKHOE.—No me hables de libertar á nadie, dijo Athelstane, que hartohe hecho con libertarme á mí mismo.—¿Es posible, dijo Cedric, que pienses de ese modo cuando tienesabierta la carrera de la gloria? Vé aquí al príncipe normando Ricardode Anjou; dile que aunque tiene un corazón de león en elpecho, trabajo le ha de costar subir al trono de Alfredo Ínterinexista un descendiente del santo Confesor que se lo dispute.—Qué! esclamó Athelstane. ¿Este es el noble rey Ricardo?—Este es Ricardo de Plantagenet, dijo Cedric, cuya vida y libertadestán seguras en nuestras manos, puesto que ha venido porsu propia voluntad á ser nuestro huésped. El noble Athelstane deOoningsbugh sabrá respetar los derechos de la hospitalidad.—Y también los de la soberanía, dijo Athelstane; y como Rey lereconozco con mano y palabra.—¡Hijo mió! dijo Edita; ¿así olvidas la sangre que tienes en lasvenas?—¡Príncipe degenerado! esclamó Cedric. ¿Así abandonas la libertadde Inglaterra?—Madre! amigo! dijo Athelstane, no mas reconvenciones. Cucalabozo y dos dias de pan y agua son poderosos agentes para humillarla ambición. El sepulcro me ha dado el juicio y la sensatezque me faltaban. Esta ocurrencia ha disipado las locuras que mecalentaban el celebro. Me ha dado una buena lección, y yo no laecharé en saco roto. Desde que anda toda esta baraúnda de planesy proyectos de restablecimiento, y de libertad, y de patriotismosolo he sacado en limpio sendas indigestiones, y sendos golpes yporrazos, cautiverio y ayuno. ¿En qué vendrían á parar todosnuestros castillos en el aire? En la muerte de algunos millares deinocentes, queso curan muy poco de nuestro engrandecimiento yde nuestra dignidad. No señor. Key seré, pero no mas allá de misestados; y el primer acto de mi soberanía será apoderarme del sepulturerodel convento y torcerle el gaznate.—¿Y mi pupila Rovveua? dijo Cedric.—Padre Cedric, continuó el sajón, hablemos claro. Lady Rovenano piensa en mi, ni ha pensado nunca. Mas aprecia ella un dedode la mano de mi primo Wilfrido, que toda mi persona. Aquí estáella, que no me dejará mentir. No te avergüences, parienta: todossabemos que un caballero cortesano vale mas que un hidalgo destripaterrones.¿Te ries, Rowena? Pues cierto que una mortaja y un

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