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CAPÍTULO XII. 109panto. Pero en general todas las damas incitaba á los combatientescon palmadas y con las acostumbradas aclamaciones: «Bravalanza... buen golpe,•> cuando observaban algún lance que mere -ciese su aprobación.Y si el bello sexo se interesaba de tal modo en el éxito de tancruel diversión, inútil es decir que no era menos vehemente eialan con que la miraban los hombres. Espresábanlo en ruidosa griteríaá cada mudanza de fortuna : y de tal modo se fijaban las miradasde todo el concurso en la batalla, que no parecía sino que losespectadores eran los que recibían los golpes que no cesaban deasestarse los combatientes. Oíase de cuando en cuando la voz de losheraldos, que gritaban: «Animo, valientes caballeros. El hombremuere: y la gloria vive. Pelead... la muerte es preferible á la deshonra. Bellos ojos merecen grandes hazañas.»En medio de las variadas suertes de la pelea, todos los concurrentesprocuraban distinguir á los cuadrilleros, los cuales acudíaná lo mas empeñado de la batalla, para animar á sus compañeroscon la voz y con el ejemplo. Uno y otro hicieron aquel diagrandes hazañas: y ni el Desheredado, ni Brian de Bois-Guilbert,hubieran podido hallar en las filas contrarias otro enemigo capazde medir con ellos las armas. Repetidas veces se dirigieron uno áotro, para pelear do hombre á hombre, á lo que les impulsaba nosolo su mutua animosidad, sino el deseo de decidir de un golpe e|éxito del torneo, pues la suerte del cuadrillero era comunmente laseñal de la completa victoria.Pero cuando el número de los caballeros de ambos partidos empezóá disminuir, después haberse confesado vencidos los unos,arrollados los otros á las barreras, y retirados© no pocos, por losgolpes y heridas que habían recibido, el Templario y el Desheredado,se encontraron mano á mano con toda la furia que puedeninspirar el odio y la competencia del honor. Tal fué la destreza chambosen el ataque y en la defensa, que los espectadores prorumpieronunánime é involuntariamente cu aclamaciones de aplauso,efecto de la admiración que inspiraban sus proezas.La cuadrilla del Desheredado empezó entonces á flaquear y retroceder.El terrible brazo de Erentc-do-buey por un lado, y posotro el poderoso empuje de Athelstane, lograron deshacerse mu}en breve de los dos caballeros con quienes empezaron el combatí'Hallándose libres de sus inmediatos antagonistas, parece que álos

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