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CAPÍTULO XXV. 203dos enemigos sedientos de su sangre. A la verdad, no dejó de sentiralgún escrúpulo por haber mezclado en sus devociones el nombrede uno con quien no podía tener la menor relación, un nazareno,un enemigo de su nación. Pero la plegaria habia ya salido desu boca, y las mezquinas preocupaciones de su secta no pudieroninducirla á revocarla.CAPITULO XXV.< úando el Templario llegó al salón del castillo, ya estaba en éli >e Bracy. «Tu galanteo, dijo este, ha sido sin duda interrumpido,romo el mió, por este intempestivo llamamiento. Pero tú vienesmas despacio que yo, y de peor gana: de lo que infiero que no hansido tan malhadados como los mios tus amores.—Con qué ¿según eso, dijo el Templario, no te han salido lascuentas como pensabas?—No por cierto, respondió de Bracy; lady Rowena ha conocidoque me es imposible ver llorar á una mujer.—¡Que vergüenza! dijo Brian. ¡El jefe de una compañía de aventureroshace caso de esas niñerías! Lágrimas de mujer son gotasde agua que animan las llamas de la tea del amor.—¡Si no hubieran sido mas que gotas! contestó Bracy; pero lapobre muchacha ha vertido un raudal capaz de estinguir cien hogueras.Jamás se vieron tantos retortijones de manos, ni tantossoponcios, ni chillidos desde los dias de TStiobe. Ligóte que la sajonatiene el diablo en el cuerpo.—Y yo te digo, repuso el Templario, que la judía no tiene undiablo solo, sino una legión entera, y solo así hubiera podido saliriel lance con tan indomable orgullo y resolución. Pero ¿dónde está.Frente-de-buey? ¿Qué significa esa trompeta que tanta prisa trae?—Supongo que estará negociando con el judío, dijo el Normando,y que los aullidos de este no le permitirán oirlo que pasa afuera,tin judío que se separa de sus talegos, y con las suaves condicionesde Frente-de-buey, es capaz de ahogar con sus gritos todaslas trompetas del ejército de la Cruzada. Decid á los criados que lobusquen.»No tardó en presentarse Iteginaldo Frente-de-buey, que como el

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