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MIVANH0E.— Ochenta zequines, dijo el judío, es el último precio de la armadura,y no gano en ella el valor de un alfiler. ¿Los traes?—Escasamente , respondió Gurth, y eso dejando ó mi amo sinblanca en el bolsillo. Sin embargo, puesto que así lo quieres tendrépaciencia.— Echa otro trago de vino, dijo el judío. Ochenta cequines es pocodinero. ¿Y el interés desde antes de ayer ? Además de que, el cabailo puede haber recibido algún menoscabo en el encuentro. ¡Terribleschoques hubo ! Lo mismo se embestían los homb res uno aotro, que los toros de Bashan. Es imposible que el caballo no hayasacado alguna avería.— Pues yo te digo , repuso Gurth , que el caballo tiene todos susmiembros sanos, y ahí está en tus pesebres que no me dejarámentir. Y" te digo , además, que setenta cequines es cuanto basta ysobra por la armadura ; y la palabra de un cristiano es tan buenacomo la de un judío. Si note contentas con setenta cequines , añadiósacudiendo el saco y haciendo sonar las piezas que contenia,me voy como me he venido.— Iso , no , dijo Isaac. Los ochenta , los ochenta. Échalos aquí. •verás como me porto contigo. »Gurth cedió , contó ochenta cequines sobre la mesa, y el judíole dio el recibo del valor de la armadura. Temblábanle las manosde alegría al repasar una á una las primeras setenta monedas. Contólas últimas diez pausada y deliberadamente , parándose en cadauna, y pronunciando alguna frase á medida que caían en el bolsillo.Parecía epue su avaricia luchaba tenazmente con un sentimientoopuesto, y que aquella le impulsaba á embolsar ¡oda la suma»en tanto que su generosidad le inclinaba á restituir una parte deella á su bienhechor.« Setenta y una .... decia, tu amo es un buen muchacho. Setentay dos gallardo mozo. Setenta y tres.... muy hombre de bien.Setenta y cuatro á este cequin le falta algo en el cordoncilloSetenta y cinco ¡qué ligero es este'. Setenta y seis Si tu amonecesita de algo, no tienes mas que acudir á Isaac de York. Setentay siete se entiende, con buenas fianzas.» Aquí se detuvolargo rato, y Gurth empezó á concebir algunas esperanzas de quelas tres restantes no sufrirían la suerte de sus compañeras: mas eljudío continuó su operación aritmética. Setenta y ocho buen.chico eres tú. Setenta y nueve y algo mereces por tu trabajo.»

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