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7(5 IVANHOI;.ron el cuarto trasero. Lino y otro se recobraron con la ayuda de labrida y de la espuela, y después de haberse mirado con 0J03 queparecían arrojar fuego al través de las barras de las viseras, volvieronriendas, y pasaron á los estreñios opuestos, donde los asístentes les dieron nuevas lanzas.has aclamaciones generales de todos los espectadores, y el tremolar de las fajas y pañuelos, manifestaban el interés que todostomaban en aquella lid, que era la mas igual y la mas bien desempeñadade todas las del torneo. Pero apenas volvieron d sus puestoslos combatientes, cuando á tan estrepitosa algazara sucedió unsilencio tan profundo, que parecía que nadie osaba despedir elaliento.Sucedió una pausa do algunos minutos, para que recobrasen e 1suyo ginctes y caballos: después de los cuales el Príncipe hizo otrkseñal con ol bastón, y los clarines tocaron á ataque. Pos campeonesarrancaron de sus sitios, y so encontraron en el medio con 1»misma prontitud, con la misma destreza y con la misma violenciaque en la primera ocasión; mas el resultado fué diferente.hueste segundo choque, el Templario se dirijió a! centro de!broquel de su enemigo, y lo hirió con tanto lino y fuerza, (pie lalanza saltó convertida en átomos, y el caballero Desheredado vacilóalgunos instantes en la silla. El campeón, desde el principiode la carrera, había apuntado la lanza hacia el broquel de lloisGuilbert; pero mudando de dirección, casi en el momento del choque,la dirijió al yelmo, (pie era punto mas difícil de acertar, peroque si se conseguía, hacia mas irresistible el empuje. \un con estanotable desventaja, el Templario sostuvo su bien sentado crédito, yno hubiera sido desmontado á no haber estallado las chinchas. Eresultado fué que ginete, caballo y silla cayeron al suelo enmediode una espesa nube de polvo.Desembarazarse de los estribos y del caballo fue para el Templarioobra de un momento. Confuso y aturdido, tanto por su derrota,como por las aclamaciones en que prorumpieron los espectadores,sacó la espada, y amenazó con ella ásu vencedor. El caballero Desheredado echó pié á tierra, y desenvainó la suya: los maestres delcampo, empero, apretando espuelas á los caballos, se pusieron enmedio, y les recordaron que las leyes del torneo no permitían, enla presente ocasión, aquella especio de combate.«En otra parte nos veremos, dijo el Templario lanzando á su an-

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