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CAPÍTULO XIII. i 19t! o con las cuerdas délos arcos, como bellaco insolente •> palabrero.—¿Qué me ha de suceder si me niego á aceptar ese partido? preguntóLocksley. "V. A. puede servirse de su fuerza y autoridad para.¡ue se me impongan los castigos que fueren de su agrado; mas todosu poder no alcanza á hacerme tirar el arco si no me acomoda.—En ese caso, dijo el Príncipe, el preboste del torneo cortará lacuerda de tu arco, romperá tus flechas, y te arrojará del concursocomo un malsin desvergonzado.—No me parece que V. A. lo hace muy bien conmigo, dijo el campesino.¡Qué 1 ¿Castigarme con la infamia porque no me atrevo ácompetir con los mas diestros tiradores de estos condados ? Sin embargo,será preciso obedecer á V. A.—¡Cuenta con él, guardias! dijo el Príncipe; ya empieza ádesalentarse,y no quisiera yo por todo el oro del mundo que, se escapasesin tirar. Y vosotros, camaradas, ánimo y haced vuestra obligación.Tin cabrito y una bota devino están preparadas para vuestroregalo después de concluido el tiro.»Colocóse el blanco al fin de la entrada del sur del palenque. Losoiupetidores ocuparon sus puestos á la distancia acostumbrada enaquella clase de ejercicios. Echáronse suertes para saber el ordenque habían de guardar entre sí, y se decidió además que cada unotiraría tres voces sin interrupción. Dirigía todas las formalidadesun empleado inferior llamado el preboste del tiro; porque el puestode maestre de campo era demasiado distinguido, y no podia sindeshonra, intervenir en los ejercicios de la gente común.I.os monteros se presentaron uno á uno, y dispararon lastres fiedlascon gran firmeza y tino. De las veinte y cuatro, diez hirieronel círculo; las otras se aproximaron tanto, que atendida la distanciapodían considerarse como escelentes punterías. De las diez quedieron en el círculo, dos eme quedaron fijadas en el centro, habían••ido disparadas por Huberto montero de los bosques de Malvoisin;• en su consecuencia fué declarado vencedor.Ahora, Locksley, dijo el Príncipe con maliciosa risa al perseguidotirador, ¿quieres habértelas con Huberto, ó entregar todo tu•trreo de montería al preboste ?j| -Puesto que ambos partidos son malos, dijo Locksley, probaremosfortuna; pero ha de ser con la condición, que cuando yo hayalibado dos flechas al blanco de Huberto, él ha de tirar r.na al que

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