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200 IVANHOE.Al decir estas palabras abrió las celosías de la ventana , que daba, como hemos dicho, á una elevada plataforma, y en un instante sé colocó en el borde del parapeto, colgada, digámoslo así, delprecipicio. Bois-Guilbert, que hasta entonces no habia echo movimientoalguno, y que estaba muy lejos de aguardar esta desesperada resolución, no tuvo tiempo de detenerla. Adelantóse hacia Rebeca,la cual esclamó : « No te muevas, orgulloso templario, ó siquieres, acércate. Si das un solo paso mas, me arrojo. Mi cuerposerá destrozado; perderé hasta la forma de criatura humana en ia?piedras del patio, antes que ser víctima de tu barbarie.»Al mismo tiempo juntó sus manos y las alzó al cielo , como siimplorase su misericordia, antes de consumar el sacrificio. Quedóatónito y vacilante el templario, y aquel espíritu feroz que jamáshabia cedido á la compasión ni á la amenaza , empezó á ceder Ula admiración que le causaba tanta fortaleza. «Vuelve atrás , dijo,mujer temeraria, .luro por el cielo y por la tierra que no he de hacerte daño.—No me fio de tu palabra, respondió Rebeca ; harto me has dadoá conocer tus intenciones. Faltarías á ese nuevo juramento reputándole por falta leve; y ¿qué te importaría á tí el honor ó el deshonorde una. miserable judía?—Sobrada injusta eres para conmigo, dijo el templario ; te juropor el nombre que llevo, por la cruz que tengo á los pechos, por laespada que ciño, por los antiguos timbres de mi padre, que no hede hacerte la menor ofensa Apártate de esa horrible situación, sinoes por tí, por tu padre á lo menos. Seré su amigo , y en estecastillo necesita, de uno que sea poderoso.—¡ Ahí respondió Rebeca ; demasiado lo sé.... pero ¿podré confiaren tu palabra, cuando huellas la buena fama de tantos y tannobles caballeros como cuenta tu orden?—Deshónrense mis armas y mi nombre, dijo Briau de Bois-Guilbert,si doy lugar á tus quejas. Muchas leyes y muchas obligadones he violado : pero mi palabra, nunca.—Cedo, dijo Rebeca ; pero no mas que hasta aquí: y bajando delparapeto, se apoyó en una délas almenas que lo guarnecían. De.aquí no me muevo. Quédate tú donde estás; y si pretendes abreviarcon un paso solo la distancia que nos separa, verás que la doncellajiídía prefiere la muerte á la deshonra.»Mientras hablaba Rebeca eu estos términos, su noble ymagna

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