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CAPITULO XXXI. 263' edric, y mas jo hubiera sido, á no haber mostrado la mayor tenacidadlos monteros de la barbaema en molestar con incesantes descargasá los sitiados, distrayendo de este modo su atención , y estorbandoque cayese sobre los dos caballeros la borrasca de vigas ypiedras que desde arriba podían arrojarles : no obstante lo cual,crecían por instantes los peligros (pie les rodeaban. «¿No os caéismuertos de vergüenza? decía Bracy á los soldados que estaban sobrela puerta. ¿ Os llamáis ballesteros y permitís que esos dos bellacosse burlen de vosotros? Vengan acámanos, y picas, y palancas, y descarguémosles encima esa parte de la comiza. •> Dijo estoseñalando á un grandísimo cantón que sobresalía del muro, sirviendode comiza entre este y las troneras.Poro en aquel instante los sitiadores vieron tremolar una banderaroja en la torre que Vírica había designado á Oedric. Id buenmontero Locksley fué el primero que descubrió esta señal de próximavictoria: cuando lleno de impaciencia, y deseoso de apresurarel asalto, se dirigía á la barbacana con el designio de observarde cerca, los progresos que el caballero y Cedric hacían:; San Jorge, eselanió ! Viva Inglaterra. Al ataque, monteros.No dejemos al buen caballero y al noble Cedric solos en el lancemas crítico. Ermitaño, veamos si eres tan diestro en la pelea cornosupones. Arriba, valientes amigos: nuestro es el castillo, puesto quetenemos amigos dentro. ¿Veis la bandera ? Esa es la señal del triunfode la buena causa. Honor y despojos nos aguardan ; gloria ybotín. Hagamos un esfuerzo, y la plaza es nuestra.»\1 decir esto apuntó el arco y disparó una flecha al pecho de unsoldado, que bajo la dirección de Bracy , estaba descarnando conuna barra, uno de los ángulos de la comiza , á fin de precipitarlasobre Cedric y el caballero del Candado Otro soldado ocupó el lucrardel muerto, tomándole la barra de las manos para continuar laoperación, y ya sus golpes habían conseguido que la comiza empezaseá ceder, cuando recibió una flecha en el yelmo, y cayó muertode las almenas al foso. Eos otros que estaban en los muros parecíanamedrentados, porque veían que no había armadura que pudieraresistir á los golpes de aquel formidable tirador.¿Ya perdéis ánimo, cobardes? esclamó Bracy. Dadme la barray venus. •Y tomándola con intrepidez y firmeza, empujó con cuanto vigorpudo o] canto de la comiza, cuyo peso era suficiente no í-o'o pera

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