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CAPÍTULO -VL35óun tomo del Frucius temporum; pero Malkin ÜO quiso moverse dela puerta hasta que devolví aquel grueso volumen, y quedé sin otroequipaje que el Breviario.—No creáis, dijo Wilfrido, que la molestará mi peso; y si quierehabérselas conmigo, difícil será que se salga con la suya »Ivanhoe pronunció estas últimas palabras mientras Gurth le cal•/.aba un par de espuelas doradas, capaz de convencer al caballomas rebelde, que el mejor partido que podía abrazar era someterseá la voluntad del ginete.arrepentido el prior de su cortés oferta al ver las puntasenorm.esde las espuelas de Ivanhoe, le dijo algo confuso y apesadumbrado:«Buen caballero, Malkin no está acostumbrada á sufrir hierro enlos ijares. Mejor fuera enviar por el caballo capón del proveedor delconvento, que puede estar aquí dentro de una hora , y es muchomas manso y tratable, puesto que está hecho á traer cargas de leba,y uuuca prueba grano.—Os doy gracias, dijo Ivanhoe; pero vuestra primera oferta meacomoda mucho mas. Malkin está ya ala puerta, seguu estoy viendodesde aquí, y no quiero hacerle ese desaire. Gurth llevará miarmadura, y no tengáis recelo, que la yegua volverá á vuestro poder sin menoscabo.»Ivanhoe bajó las escaleras mas aprisa de lo que podía esperarseen su situación, y montó sobre le yegua, deseando verse libre d

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