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CAPITULO XXXII. 273del rocío matinal. La" cierva conducía al cervatillo , de la enmarañadamaleza al hermoso y florido prado; y el venado, sin temor dela flecha del cazador, se pascaba orgulloso á la cabeza de la alegremanada.Los monteros estaban ya reunidos debajo de la gran encina, dondehabían pasado la noche; los unos entregados al sueño, los otrosen torno de la bota de vino ; aquellos refiriéndolos sucesos y proezasdel dia anterior, y estos calculando la parte que les tocaría delbotín (pie estaba ya en manos y á disposición del capitán.Los despojos habían sido ciertamente cuantiosos: porque aunquemucho se habia perdido en las llamas, los monteros, á quienes nodetenían ningún peligro cuando tenían á la vista la esperanza dealgún galardón, habían recogido una gran cantidad de plata labrada,de ricas piezas de armadura, y de telas costosas y esquisitas.Sin embargo, tan estrechas eran las leyes prácticas de su sociedad,que ninguno osó apropiarse la parte mas pequeña del botín,del cual se habia hecho una masa general, que debía ser distribuidapor el caudillo.lil punto de reunión, como ya hemos dicho, era una añosa encina; no la misma á que Loeksley habia conducido á Wamba y á< íurth en su primer encuentro ; sino otra que estaba en el centrode un frondoso anfiteatro, á media milla de distancia fie la demolidafortaleza de Frente-de-buey. Allí tomó asiento Loeksley sobreun trono de césped, erigido bajo las ramas del árbol. Rodeábanlosus compañeros ; y él colocó al caballero del Candado á su manoderecha, y á Cedric á la izquierda.Perdonad esta libertad , nobles señores , dijo el montero ; masdebéis saber que yo soy monarca en estos dominios ; y mis ásperosy agrestes vasallos, dejarían muy pronto de obedecerme, si meviesen ceder á otro hombre el puesto á que ellos me han elevado.Ahora bien, señores: ¿ dónde está nuestro capellán? ¿Dónde estáel anacoreta? ¿Nadie ha visto al ermitaño de Copmanhurst ? Noquiera Dios que se haya dormido junto á una bota de vino. ¿ Quiénle ha visto después de la toma del castillo?—Yo le vi, dijo el Molinero, á la puerta de la bodega de Frente-debuey, jurando que habia de probar del vino de Borgoña del Barón.—Los santos del cielo, dijo Loeksley, le hayan libertado á la horaen que se desplomaron las ruinas de la fortaleza. Vamos, Molinero,toma contigo algunos hombres, y búscalo por todas partes.18

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