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CAPÍTULO XVI. 139cas un rio que se puede vadear, ahora que han pasado las lluvias.Sen cuidado cuando pases á la orilla izquierda que es algo escabrosay resbaladiza. También creo que hay algunos agujeros mas alládel rio, aunque no los he visto, porque raras veces me alejo de esta-anta capilla. Sigue después adelante y—¡Un pantano, un vado, unos agujeros! dijo el caballero interrumpiéndole: señor ermitaño, dígote que aunque seas mas santoque torios los anacoretas juntos, no me obligarás á menearme deaquí en toda la noche. El que vive de la caridad, aunque tú no lomereces en verdad, no debe negar el abrigo de su techo á un caminanteestraviado. Abre la puerta, ó voto á tantos que la echo alsuelo y entro á tu pesar.—No seas importuno, buen amigo, repuso el ermitaño, y si me obligasá valerme de las armas carnales, cara te ha de costar la fiesta.»Hacia algún rato que el caballero oia algunos ladridos ; pero enaquel momento llegaron á ser tan furiosos, que no pudo menos deatribuir al ermitaño la intención de ponerse en defensa, llamandoá su socorro á una jauría entera, que sin duda habia estado hastaentonces en algún distante escondrijo. Estos preparativos hostilesaumentaron su mal humor, en términos que dio una terrible patadaala puerta, haciendo temblar todo aquel frágil edificio.El anacoreta no tuvo por conveniente esponerse á otro ataque.'(Ten un poco de paciencia, buen caminante, le dijo con voz algomas suave que al principio : voy á darte entrada, aunque sé quehallarás poca satisfacción en esta miserable choza.»Abrióse la puerta, y se presentó á la vista del caballero un hombrefuerte y robusto, con su túnica y capucha (P, un cinto decuerda, una tea encendida en una mano, y en la otra un cayado,que podia muy bien desempeñarlas funciones de garrote. Dos corpulentosy peludos mastines estaban prontos á arrojarse al caminante,inmediatamente que se abriese la puerta; pero el reflejo dela luz en el peto del caballero hizo mudar de propósito al ermitañoel cual reprimió el furor de aquellos animales, y cambiando su asperezaen urbana socarronería, convidó al caballero á entrar en su«moza, alegando como escusa de lo que antes habia hecho, la multitudde ladrones y foragidos que andaban por aquellos alrededo-.1) Ya se verá mas adelante quifin era este personaje que aquí se presenta «oes»riaitaEo.

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