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CAPÍTULO XL1I. 383solo. Kl sitio estaba envuelto en la mas profunda oscuridad. Era sinduda el cementerio de su convento. Ocurriéronme estraños pensnmientos acerca de todo lo quo me había pasarlo.—Cobrad aliento, noble Athelstane , dijo Ricardo , para referirvuestra historia, que perlas barbas de mi padre , tiene algo denovela.—No hay novela que valga, dijo Athelstane.—En nombre do la Virgen santísima, dijo Cedric tomando la manoá su amigo: ¿como pudiste escapar de tan inminente peligro ?—Tuve la buena suerte de que el sacristán cerrase la puerta envago.»Athelstane se sintió cansado de hablar y con la lengua seca. Pidióde beber, y quiso que sus huéspedes le hiciesen la razón. EntretantoEdita, después do haber dado ciertas disposiciones que leparecieron prudentes en tan estraordinaria ocurrencia , siguió iospasos del resucitado y entró en el cuarto de los extranjeros. Acudieroninmediatamente cuantos huéspedes cabian en tan reducidapieza. < Pros se agolparon en la escalera, y la historia de Athelstanecorrió do boca en boca., con tantas alteraciones y comentarios, quecuando llegó á los que estaban fuera del castillo, en nada se parecíaá la realidad. El muerto entretanto continuó del modo siguientela relación de sus aventuras :«Pocos esfuerzos bastaron para levantarme de mi embarazosaposición. 1 abre ya, subí las escaleras con la ligereza que me permitiael peso que llevaba encima, y sin saber donde dirigirme, seguí elsonido de un alegre romance que llegó á mis oídos. Bajé alas cuadrasy encontré en una de ellas á mi propio caballo, que sin dudael Abad se había reservado para su uso particular. Púsome en camino,aguijoneándole cuanto mas podía , y asustando con mi sepulcralpresencia á cuantos alcanzaban á, verme á una milla dedistancia. Ni aun en mi propio castillo hubiera hallado entrada, áno ser porque los de la puerta rne tomaron por uno de los bufonesque están divirtiendo ahí fuera á los que han venido a mis exequias;y exequias mas alegres en mi vida las be visto. Fui me en derechuraá ver á mi madre, y he venido en seguida á buscaros, noble amigo.—Y aquí me encuentras, dijo Cedric, pronto siempre á sostenerteen el camino de la gloria y de la libertad. Las circunstancias nopueden ser mas favorables, y jamás hallarás mejor dispuesto elterreno para libertar la ilustre raza de tos Sajones,

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