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386 IVA.NHOE.CAPITULO XLIII.Figúrense nuestros lectores que están á vista del castillo 6 preceptoriode Templestowe, una hora poco mas ó menos antes dedarse el sangriento combate del que dependia la vida ó la muertede la interesante y desgraciada Rebeca. Habíase agolpado á presenciartan terrible escena, como á divertirse en una feria ó romería,un numeroso concurso de habitantes de los pueblos circunvecinos.Mas la curiosidad que escitan los espectáculos crueles no especuliar de los siglos bárbaros. Pos duelos solemnes y legales, enque un guerrero perdía la vida á manos de otro, en presencia deuna gran muchedumbre, y con tantas formalidades religiosas yjurídicas como si fuera el lance mas inocente, eran entonces comunísimosy formaban parte de las costumbres públicas. Pero en nuestrosdías, con todos los progresos que hemos hecho en la civilización,con todas las teorías que ilustran y fortifican los principiosmorales, ¿no vemos correr hombres y mujeres á millares á presenciarla ejecución de una sentencia de muerte? ¿No hay todavíacorridas de toros en España, y combates á puñadas en Inglaterra?El tropel que rodeaba el preceptorio se había dividido en dosporciones. Los unos estaban en frente de la puerta, aguardando laprocesión que debia dar principio á las solemnidades del día; losotros, en mayor número, habían ido á tomar puesto alrededor delcampo de batalla. Era este un vasto cercado, inmediato al edificio,nivelado con el mayor esmero para que sirviese á los ejercicios militaresde los caballeros del Temple. Ocupaba el pié de una suaveeminencia, y estaba rodeado de fuertes empalizadas y barreras; ycomo los Templarios gustaban de lucir su destreza en el manejode armas y caballos, había dispuestas en torno suficientes galeríaspara admitir un gran número de espectadores.En la ocasión presente se habia erigido un trono en uno de loslados del palenque para el Gran Maestre de los Templarios, y puestosde distinción para los caballeros y preceptores de la Orden. Tremolabasobre este aparato el estandarte sagrado llamado Le Batícan,que era la insignia, como su nombre era el grito de guerra, deaquella Orden militar,

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