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66 IVANIIOE.Juan, á quien irritaban mas y mas las alusiones que hicieron aigamosde los concurrentes al odio que la nación le profesaba, secontentó por entonces con mandar á uno de los guardias que noperdiese de vista al montero.«Por las barbas do mi padre, dijo el Príncipe, que hemos de versi es tan buen tirador como dice.—Veremos, respondió el tal con el mismo desembarazo con quehabía sostenido la conversación.—Y vosotros, villanos sajones, dijo el Príncipe, arriba, que porla luz de los Cielos se ha de sentar el judío entre vosotros.—l)e ningún modo, con perdón de V. A., dijo el judío: no estábien que los hombres de mi clase tomen asiento junto á los magnatesdel pais. El israelita no habia tenido inconveniente en atropellaral pobre y derrotado descendiente de la línea do Montdidier;pero sabia que debia respetar los privilegios de los sajones ricos—Haz lo que mando, perro infiel, dijo el Príncipe, ó te mandodesollar y curtir la piel para correas del arnés de mi caballo.»El judío dócil á tan suave insinuación, empezó á subir la angostaescalera do la galería.«Veamos quién se atreve á detenerle,» dijo el príncipe Juan lijandola vista en Cedric el Sajón que parecía dispuesto á cerrar elpaso al hijo de Abraham.Mas YVamba evitó el conflicto, colocándose de un salto entre suamo y el hebreo. «Yo,» respondió el bufón á la amenaza del Príncipe,y presentó al judío, á guisa de broquel, un pernil que llevabadebajo del coleto, y de que sin duda se habia provisto por si e¡torneo duraba mas tiempo de to que su apetito permitía. El judíoretrocedió espantado al ver tan cerca de su rostro el objeto de laabominación de su tribu, y se echó á correr por la escalera abajo,,en tanto que el bufón agitaba orgullosamente la espada de maderaen señal de triunfo. Los espectadores deleitados con el chasco, prorumpieronen carcajadas, como lo hicieron también el Príncipe ysus cortesanos.—Dame el laurel de la victoria, primo Juan, dijo el bufón. Hevencido á mi enemigo en batalla campal, con broquel y espada,añadió alzando en una mano la espada y en la otra el pernil.—¿Y quién eres tíi, noble campeón? dijo Juan sonriéndose todavía.—Un loco por todos cuatro costados, respondió el bufón. Yo soy

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