¿ FIN DE CICLO?
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<strong>¿</strong>Fin de ciclo? cambios en la gobernanza del sistema educativo<br />
demostrados y es dicha progresión la que determina el rango salarial en que se<br />
sitúa cada docente. Finalmente, la antigüedad es un “arma de doble filo” respecto<br />
de la progresión en la carrera docente: por una parte abre nuevas oportunidades<br />
al docente y eleva su umbral salarial pero, por otra, hace más exigente la evaluación<br />
profesional porque exige más a los más experimentados. “no avanzar<br />
es retroceder” debiera ser el criterio; así, los docentes que no hacen progresos<br />
en su carrera en tiempos más o menos previstos, tendrán menos incentivos para<br />
permanecer en la docencia.<br />
Finalmente, la formación inicial docente no puede continuar operando con<br />
los niveles de desregulación que exhibe en la actualidad y con el nivel de desvinculación<br />
que posee respecto de las políticas nacionales y la evolución del<br />
sistema escolar.<br />
Por una parte, las autoridades nacionales deben ser capaces de anticipar los<br />
efectos que sobre la formación docente tienen las nuevas políticas: la implementación<br />
de la jornada completa, la expansión de la educación media, la expansión de la<br />
educación preescolar, la reforma curricular, y ahora la reestructuración de los ciclos<br />
de enseñanza, son todas políticas con fuerte impacto en la formación docente. cada<br />
una de ellas debería ir acompañada de programas específicos destinados a satisfacer<br />
las nuevas demandas con estándares de calidad. la ausencia de estas políticas genera<br />
“soluciones” como dejar de requerir la formación profesional docente, hacer más<br />
blandos los mecanismos de “habilitación” para la docencia, o crear programas “no<br />
tradicionales” de formación docente, todas las cuales van en la dirección opuesta<br />
a la profesionalización y el desarrollo de la docencia.<br />
Por la otra, los centros formadores deben estar sujetos a una mejor regulación<br />
y más estricta evaluación que, entre otras cosas, acote su autonomía para crear<br />
y expandir las carreras de formación docente. nuevamente, como lo sugirió el<br />
consejo asesor: “se considera necesario establecer una institucionalidad reguladora<br />
que contribuya a conectar de manera coherente y efectiva la formación de<br />
profesores con los requerimientos del sistema escolar, y sentar bases adecuadas<br />
para el desarrollo futuro de la formación de docentes. la misión de esta institucionalidad<br />
será orientar y velar por la calidad de la oferta de formación docente”<br />
(consejo asesor 2006, p. 39). dos funciones críticas de dicha instancia debieran<br />
ser la autorización de la apertura de nuevas carreras y la evaluación-acreditación<br />
de las carreras de pedagogía existentes. lo relevante de ambas funciones, es que<br />
éstas sean realizadas en base a estándares exigentes de calidad que impidan la<br />
apertura o la mantención de programas que no están a la altura de lo que el país<br />
requiere de sus nuevos docentes.<br />
transformar la profesión docente chilena en una profesión de alto estatus es<br />
un desafío de largo plazo que –como hemos visto– requiere de cambios sustantivos<br />
respecto de lo hecho por el país en las últimas décadas. la experiencia ha demostrado<br />
que en esta materia no existen los atajos: ni simples campañas publicitarias,<br />
ni programas de voluntariado, ni la amenaza de castigos, ni la oferta de premios,<br />
pueden sustituir las políticas públicas consistentes, sostenidas en el tiempo y con<br />
prioridad en la asignación de recursos. si de verdad creemos que los docentes son<br />
la pieza clave para los aprendizajes de los alumnos, hagamos de los docentes la<br />
pieza clave de las políticas educacionales.