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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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disfrutara de sus favores y que le molestara que los vieran juntos; así<br />

que mi padre se preguntaba qué había hecho él para incomodar a<br />

Legrandin. Sentiría mucho saber que está enfadado dijo mi padre.,<br />

porque resalta junto a toda esa gente endomingada, con su americana<br />

recta, su corbata floja, tan desafectado, con esa sencillez tan de<br />

verdad y tan ingenua que se hace muy simpática.<br />

Pero el consejo de familia opinó unánimemente que lo <strong>del</strong><br />

enfado era una figuración de mi padre, y que Legrandin debía de ir en<br />

aquel momento pensando en alguna cosa y distraído. Por lo<br />

demás, el temor de mi padre se disipó al día siguiente por la tarde.<br />

Volvíamos de dar un gran paseo cuando vimos junto al Puente<br />

Viejo a Legrandin, que con motivo de las fiestas pasaba unos<br />

días en Combray. Vino hacia nosotros tendiéndonos la mano: .Señor<br />

lector, me preguntó, ¿conoce usted este verso de Paul Desjardins?:<br />

Ya está el bosque sombrío, pero azul sigue el cielo.<br />

-¿No es verdad que el verso da muy bien la nota de esta<br />

hora? Puede que no haya usted leído nunca a Paul Desjardins. Léalo,<br />

hijo mío; hoy se está cambiando en sermoneador, pero ha sido por<br />

mucho <strong>tiempo</strong> un límpido acuarelista...<br />

Ya está el bosque sombrío, fiero azul sigue el cielo...<br />

-¡Ojalá siga el cielo siempre azul para usted!, amiguito mío;<br />

hasta en esa hora que para mí ya va llegando, cuando el bosque está<br />

sombrío y cae la noche, se consolará usted mirando al cielo…Sacó un<br />

cigarrillo y se estuvo un rato con la vista puesta en el horizonte.<br />

-¡Bueno, adiós, amigos!., dijo de pronto, y se marchó.<br />

A la hora en que yo bajaba a la cocina a enterarme, la cena ya<br />

estaba empezada, y Francisca señoreaba las fuerzas de la<br />

naturaleza convertidas en auxiliares suyas, como en esas comedias de<br />

magia donde los gigantes hacen de cocineros; meneaba el carbón,<br />

entregaba al vapor unas patatas para estofadas, y daba punto,<br />

valiéndose <strong>del</strong> fuego, a maravillas culinarias, preparadas previamente<br />

en recipientes de ceramista desde las tinas, las marmitas, el caldero, las<br />

besugueras, a las ollitas para la caza, los moldes de repostería y los<br />

tarritos para natillas: pasando por una colección completa de<br />

cacerolas de todas dimensiones. Me paraba a mirar encima de la<br />

mesa, donde acababa de mondarlos la moza, los guisantes alineados y<br />

contados, como verdes bolitas de un juego; pero mi pasmo era ante los<br />

espárragos empapados de azul ultramar y de rosa, y cuyo tallo,<br />

mordisqueado de azul malva, iba rebajándose insensiblemente hasta la<br />

base .sucia aún por el suelo de su planta., con irisaciones de belleza<br />

supraterrena. Parecía que aquellos matices celestes <strong>del</strong>ataban a las<br />

<strong>del</strong>iciosas criaturas que se entretuvieron en metamorfosearse en<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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