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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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camaradas suyos, y cuando me llamaba por mi apellido a mis padres,<br />

modalidades que me quitó y me arrancó con sus labios .en ese esfuerzo<br />

que hacía, parecido al de su padre, para articular las palabras. como se<br />

pela una fruta de la que sólo hay que comer la pulpa, mientras<br />

que su mirada, poniéndose en el mismo nuevo grado de intimidad que<br />

tomaba su palabra, llegó hasta mí más directamente, no sin dar<br />

testimonio de la conciencia, el placer y hasta la gratitud que sentía<br />

haciéndose acompañar por una sonrisa.<br />

Pero no me fue dable apreciar el valor de estos placeres<br />

nuevos en el momento mismo. No venían esos placeres de la<br />

muchacha que yo quería, para mí que la quería, sino de la otra, de la<br />

chiquilla con quien yo jugaba, y eran para ese otro yo que no estaba en<br />

posesión <strong>del</strong> recuerdo de la verdadera Gilberta, y que no tenía aquel<br />

corazón que hubiera podido apreciar el valor de la felicidad, por lo<br />

mucho que la deseaba. Ni siquiera, ya vuelto a casa, los<br />

saboreaba, porque ocurría todos los días que la esperanza fatal y<br />

necesaria, de que al otro día podría contemplar tranquilamente,<br />

exactamente; felizmente a Gilberta, de que me confesaría su amor<br />

explicándome las razones que tuvo para ocultármelo hasta entonces, me<br />

obligaba a considerar el pasado como inexistente, o no mirar más que<br />

por <strong>del</strong>ante de mí, y a estimar las pequeñas diferencias que me tenía<br />

dadas, no en sí mismas y con valor suficiente por sí, sino como<br />

escalones nuevos donde ponerle el pie, que me permitirían dar un paso<br />

más hacia a<strong>del</strong>ante y alcanzar, por fin, la felicidad, hasta entonces<br />

no lograda.<br />

Si bien algunas veces me daba pruebas de amistad, otras me<br />

hacía sufrir porque parecía que no le gustaba verme; y eso sucedía muy<br />

a menudo, precisamente en aquellos días con que más contaba yo para<br />

el logro de mis esperanzas. Cuando .ya al entrar por la mañana en<br />

la sala, a besar a mamá, que estaba arreglada, con la torre de sus<br />

negros cabellos, perfectamente construida y sus manos finas y<br />

torneadas, oliendo aún a jabón. me enteraba, al ver una columna de<br />

polvo, que se sostenía ella sola en el aire, por encima <strong>del</strong> piano, y al oír<br />

un organillo que tocaba al pie de la ventana La vuelta de la revista, de<br />

que el invierno recibiría por todo el día la visita inopinada y radiante de<br />

un <strong>tiempo</strong> primaveral, tenía la seguridad de que Gilberta iría a los<br />

Campos Elíseos y sentía un gozo que parecía mera anticipación de<br />

una mayor felicidad. Mientras estábamos almorzando, la señora de<br />

enfrente, al abrir su ventana, hacía largarse bruscamente de junto a<br />

mi silla .de un salto, que atravesaba nuestro comedor en toda su<br />

anchura. al rayo de sol que estaba allí durmiendo la siesta, y que pronto<br />

reanudaba su sueño. <strong>En</strong> el colegio, en la clase de la una, languidecía de<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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