05.08.2013 Views

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

desiertas sus mesas, tanto que si aquellas dos grandes señoras<br />

hubieran invitado a la ex portera y a la demimondaine habrían recibido<br />

una desdeñosa negativa.<br />

Los Verdurin no daban comidas: siempre había en su casa<br />

cubierto puesto. No se hacían programas para la reunión de<br />

después de cenar. El pianista tocaba, pero sólo si .le daba por ahí,<br />

porque allí no se obligaba a nadie; ya lo decía el señor Verdurin:<br />

-¡Todo por los amigos, vivan los camaradas!.. Si el pianista<br />

quería tocar la cabalgata de La Valquiria o el preludio de Tristán, la<br />

señora de Verdurin protestaba, no porque esa música le desagradara,<br />

sino porque al contrario, la impresionaba demasiado. .¿Es que se<br />

empeña usted en que tenga jaqueca? Ya sabe usted que cada vez que<br />

toca eso pasa lo mismo. Mañana, cuando quiera levantarme, se acabó,<br />

ya no soy nada.. Si no se tocaba el piano, había charla, y algún<br />

amigo, por lo general el pintor favorito de tanda, .soltaba., como decía<br />

Verdurin, .una paparrucha fenomenal que retorcía a todos de risa.,<br />

sobre todo a la señora de Verdurin .tan aficionada a tomar en sentido<br />

propio las expresiones figuradas de sus emociones que una vez el<br />

doctor Cottard (entonces joven principiante) tuvo que ponerle en su<br />

sitio una mandíbula que se le había desencajado a fuerza de reír.<br />

Estaba prohibido el frac, porque allí todos eran camaradas, y<br />

para no parecerse en nada a los .pelmas., a los que se tenía más miedo<br />

que a la peste, y que eran invitados tan sólo a grandes reuniones,<br />

que daban los Verdurin muy de tarde en tarde, y tan sólo cuando<br />

podían servir para entretenimiento <strong>del</strong> pintor para dar a conocer al<br />

pianista. El resto <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> se contentaban con representar<br />

charadas, cenar vestidos con los disfraces, pero en la intimidad, y<br />

sin introducir ningún extraño al .cogollito.<br />

Pero a medida que los .camaradas. iban tomando más<br />

importancia en la vida de la señora de Verdurin, el dictado de pelma y<br />

de réprobo lo aplicaba a todo lo que impedía a los amigos que fueran a<br />

su casa, a lo que los llamaba a otra parte; a la madre de éste, a la<br />

profesión de aquél o a la casa de campo y salud <strong>del</strong>icada de un tercero.<br />

Cuando el doctor Cottard se levantaba de la mesa y consideraba<br />

imprescindible salir para ir a ver un enfermo grave, le decía la señora<br />

de Verdurin: .¡Quién sabe!, quizá le siente mejor que no vaya usted<br />

esta noche a molestarlo; pasará muy bien la noche sin usted, y<br />

mañana va usted tempranito y se lo encuentra bueno. <strong>En</strong> cuanto entraba<br />

diciembre se ponía mala de pensar en que los fieles desertarían. el día<br />

de Navidad y el de Año Nuevo.<br />

La tía <strong>del</strong> pianista exigía que la familia cenara aquella noche en<br />

la intimidad, en casa de la madre de ella.<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

160

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!