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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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porque le revelaba de pronto que la vida de Odette no era enteramente<br />

suya; ansiaba saber a quién quería agradar Odette con aquella toilette<br />

que él no conocía; y se prometió preguntarle adónde iba cuando la<br />

vio aquel amigo, como si en toda la vida incolora .casi<br />

inexistente, porque para él era invisible de su querida, no hubiera<br />

más que dos cosas: las sonrisas que a él le dedicaba y aquella<br />

visión de Odette, con su sombrero a lo Rembrandt y su ramo de<br />

violetas en el pecho.<br />

Excepto cuando le pedía la frase de Vinteuil en vez <strong>del</strong> Vals de<br />

las Rosas, Swann nunca le hacía tocar las cosas que le gustaban a él, y<br />

ni en música ni en literatura intentaba corregir su mal gusto. Se daba<br />

perfecta cuenta de que no era inteligente. Cuando le decía que a ella le<br />

gustaba mucho que le hablaran de los grandes poetas, es porque se<br />

imaginaba que inmediatamente iba a oír coplas heroicas y románticas<br />

<strong>del</strong> género de las <strong>del</strong> vizconde Borelli, pero más emocionantes<br />

aún. Le preguntó si Ver Meer de Delft había sufrido por amor a una<br />

mujer, y si era una mujer la que le había inspirado sus obras; y<br />

cuando Swann le confesó que no se lo podía decir, Odette ya<br />

perdió todo interés por aquel pintor. Solía decir:<br />

-Sí, la poesía, ya lo creo; nada sería más hermoso si fuera de<br />

verdad, y si los poetas creyeran en todo lo que dicen. Pero algunas<br />

veces son más interesados que nadie. Que me lo digan a mí.<br />

Tenía yo una amiga que estuvo en relación con un poetilla. <strong>En</strong><br />

sus versos, todo se volvía hablar <strong>del</strong> amor, <strong>del</strong> cielo y de las<br />

estrellas. Pero buen chasco le dio. Se le comió más de trescientos mil<br />

francos. Si Swann entonces intentaba enseñarle lo que era la belleza<br />

artística, y cómo había que admirar los versos o los cuadros, ella,<br />

al cabo de un momento, dejaba de atender y decía: .Sí... pues yo no<br />

me lo figuraba así.. Y Swann notaba en ella tal decepción, que<br />

prefería mentir, decirle que todo aquello no era nada, fruslerías nada<br />

más, que no tenía <strong>tiempo</strong> para abordar lo fundamental, que todavía<br />

había otra cosa. Y entonces ella lo interrumpía: .¿Otra cosa? ¿El<br />

qué...? ¿<strong>En</strong>tonces, dímelo?.; pero él se guardaba de decirlo porque ya<br />

sabía que lo que dijera le había de parecer insignificante y distinto de lo<br />

que se esperaba, mucho menos sensacional y conmovedor, y temía<br />

Swann que, al perder la ilusión <strong>del</strong> arte, no perdiera Odette, al mismo<br />

<strong>tiempo</strong>, la ilusión <strong>del</strong> amor.<br />

<strong>En</strong> efecto; Swann le parecía intelectualmente inferior a lo que<br />

ella se había imaginado. .Nunca pierdes la sangre fría, no puedo<br />

definirte.. Y lo que más la maravillaba era la indiferencia con que<br />

miraba al dinero, su amabilidad para todo el mundo y su <strong>del</strong>icadeza.<br />

Ocurre muchas veces, en efecto; y con personas de más valía que<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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