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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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placer más hondo que los habituales, que ya lo hartaban; y aunque la<br />

amabilidad de las familias de clase media, que lo consideraban<br />

bajo ese aspecto <strong>del</strong> .hijo de Swann., era menos visible que la de los<br />

aristócratas (si bien más halagüeña, porque, en esa clase de gentes, la<br />

amabilidad implica siempre consideración), una carta firmada por una<br />

alteza, donde lo invitaban a alguna fiesta de príncipes, no le era tan<br />

grata como una misiva convidándolo a una boda o pidiéndole que<br />

fuera testigo de ella, firmada por amigos viejos de sus padres, algunos<br />

de los cuales seguían tratándolo como mi abuelo, que lo invitó el<br />

año antes al casamiento de mi madre, y otros, no lo conocían casi, pero<br />

se consideraban ligados por deberes de cortesía con el hijo y el digno<br />

sucesor <strong>del</strong> difunto señor Swann.<br />

Pero también le parecía que formaban parte de su casa, de su<br />

hogar y de su familia las gentes de la aristocracia, por las íntimas y<br />

viejas amistades que tenía con algunos de ellos. Y al pensar en sus<br />

brillantes relaciones, sentía el mismo apoyo externo, el mismo<br />

bienestar que cuando contemplaba las ricas tierras; la hermosa plata y<br />

la excelente lencería de mesa que había heredado de los suyos. Y la<br />

idea de que si le daba un ataque, su criado correría<br />

espontáneamente a avisar al duque de Chartres, al príncipe de<br />

Reuss, al duque de Luxemburgo y al barón de Charlus; le servía<br />

de gran consuelo, como a nuestra vieja Francisca la consolaba saber<br />

que la enterrarían envuelta en sábanas suyas, limpias, marcadas<br />

con sus iniciales, sin ningún zurcido (o tan bien zurcidas, que aun<br />

aumentaba su valor, haciendo pensar en la habilidad de la zurcidora), y<br />

sacaba de la imagen frecuente de esa mortaja una cierta<br />

satisfacción, ya que no de bienestar, por lo menos de amor propio.<br />

Pero, sobre todo, en aquella idea, como en todos sus actos<br />

y pensamientos que se referían a Odette, Swann iba siempre<br />

dominado y dirigido por el sentimiento secreto de que a Odette, aunque<br />

no por eso lo quería menos, le agradaba más ver a una persona<br />

cualquiera, al más pelma de los fieles de los Verdurin, que a él, y<br />

cuando se trasladaba a un mundo donde se lo consideraba como el<br />

hombre exquisito por excelencia, que todos querían atraerse y ver<br />

a menudo, volvía a creer en la existencia de una vida más feliz, casi a<br />

apetecerla, como ocurre a un enfermo que lleva en cama, y a dieta, dos<br />

meses, al leer en un periódico el menu de un banquete oficial o el<br />

anuncio de una excursión por Sicilia.<br />

Tenía que dar excusas a la gente de la aristocracia por no ir a<br />

visitarlos, y en cambio, se excusaba ante Odette por ir a visitarla a ella.<br />

Y eso que las pagaba bien (preguntándose, a fin de mes, por poco que<br />

hubiera abusado de la paciencia de Odette, yendo a verla con<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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