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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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perfectamente documentada por lo bien emparentada que estaba, era<br />

la que escribía sobre la política extranjera.<br />

-No, me parece que no es la misma familia -dijo a todo trance la<br />

señora de Verdurin.<br />

Saniette, que después de haber dado al maestresala su plato,<br />

lleno aún, se hundió de nuevo en un silencio meditativo, salió por fin de<br />

su mutismo para contar, riéndose, que una vez había cenado con el<br />

duque de La Trémoille, y que resultaba que el duque ignoraba que<br />

Jorge Sand era seudónimo de una mujer. Swann, como Saniette le era<br />

simpático, creyó oportuno darle unos cuantos detalles sobre la cultura<br />

<strong>del</strong> duque, que demostraban la imposibilidad de tal confusión; pero<br />

se paró de pronto porque acababa de comprender que Saniette no<br />

necesitaba esas pruebas, y sabía que la historia era falsa por la<br />

sencilla razón de que la había inventado en aquel instante. Aquel<br />

hombre excelente sufría al ver que los Verdurin lo tomaban por un<br />

pelma; y como se daba cuenta de que aquella noche había estado más<br />

soso que nunca, quería decir algo gracioso antes de que se acabara la<br />

cena. Capituló tan pronto, puso una cara tan lastimera por su fracaso,<br />

y respondió a Swann tan cobardemente para que no se encarnizara<br />

en una refutación inútil:<br />

-Bueno, bueno; de todos modos, equivocarse no es un<br />

crimen, me parece, que Swann se habría alegrado de poder decirle<br />

que la historia era cierta y graciosísima. El doctor había estado<br />

escuchando, y se le ocurrió que en aquel caso sería oportuno un Se non<br />

é vero...; pero, como no estaba muy seguro de las palabras, tuvo miedo<br />

de enredarse y no dijo nada.<br />

Acabada la cena, Forcheville buscó al doctor.<br />

-No ha debido de ser fea, ¿eh?, la señora de Verdurin, y además<br />

es una mujer con la que puede uno hablar, y para mí eso es todo. Claro<br />

que ya empieza a amorcillarse un poco. La que parece muy lista es la<br />

señora de Crécy; ya, lo creo, tiene vista de águila.<br />

Estábamos hablando de la señora de Crécy .dijo a Verdurin, que<br />

se acercó con su pipa en la boca.. Debe de tener un cuerpo...<br />

-Mejor me gustaría encontrármela entre las sábanas que no<br />

al diablo .dijo precipitadamente Cottard, que estaba esperando hacía un<br />

momento a que Forcheville tomara aliento para colocar aquel<br />

chiste viejo, temeroso de que se pasara la oportunidad si la<br />

conversación tomaba otro rumbo; chiste que soltó con esa<br />

naturalidad y aplomo exagerados que sirven para ocultar la frialdad y<br />

la inquietud <strong>del</strong> que está recitando. Forcheville, que conocía el<br />

chiste, lo entendió y se rió mucho. Verdurin tampoco regateó su<br />

regocijo, porque hacía poco que había dado con un símbolo para<br />

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