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Librodot En busca del tiempo perdido I Marcel ... - Biblioteca Virtual

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de tan humildes modales que siempre lo estimaron como de inferior<br />

categoría social, y les extrañó el ver que pertenecía a una clase social<br />

rica y de relativa aristocracia.) Forcheville, desde luego, era<br />

groseramente snob, mientras que Swann, no; y distaba mucho de<br />

estimar la casa de los Verdurin por encima de cualquier otra, como<br />

hacía Swann. Pero carecía de esa <strong>del</strong>icadeza de temperamento que a<br />

Swann le impedía asociarse a las críticas, positivamente falsas,<br />

que la señora de Verdurin lanzaba contra conocidos suyos. Y ante las<br />

parrafadas presuntuosas y vulgares que el pintor soltaba algunas veces,<br />

y ante las bromas de viajante que Cottard arriesgaba, y que Swann, que<br />

quería a los dos, excusaba fácilmente, pero no tenía valor e<br />

hipocresía suficiente para aplaudir, Forcheville, por el contrario, era<br />

de un nivel intelectual que podía adoptar un fingido asombro ante las<br />

primeras, aunque sin entenderlas, y un gran regocijo ante las segundas.<br />

Precisamente, la primera comida de los Verdurin a que asistió<br />

Forcheville puso de relieve todas esas diferencias, hizo resaltar sus<br />

cualidades y precipitó la desgracia de Swann.<br />

Asistía a aquella comida, además de los invitados de<br />

costumbre, un profesor de la Sorbona, Brichot, que conoció a los<br />

Verdurin en un balneario, y que de no estar tan ocupado por sus<br />

funciones universitarias y sus trabajos de erudición, habría ido a su casa<br />

muy gustoso con mayor frecuencia. Porque sentía esa curiosidad, esa<br />

superstición de la vida que, al unirse con un cierto escepticismo relativo<br />

al objeto de sus estudios, da a algunos hombres inteligentes, cualquiera<br />

que sea su profesión, al médico que no cree en la medicina, al<br />

profesor de Instituto que no cree en el latín, fama de amplitud, de<br />

brillantez y hasta de superioridad de espíritu. <strong>En</strong> casa de los Verdurin<br />

iba, afectadamente, a <strong>busca</strong>r términos de comparación en cosas de<br />

lo más actual, siempre que hablaba de filosofía o de historia, en<br />

primer término, porque consideraba ambas ciencias como una<br />

preparación para la vida, y se figuraba que estaba viendo vivo y en<br />

acción, allí en el clan, lo que hasta entonces sólo por los libros conocía;<br />

y, además, porque, como antaño le inculcaron un gran respeto a ciertos<br />

temas, respeto que, sin saberlo, conservaba, le parecía que se<br />

desnudaba de su personalidad de universitario, tomándose con esos<br />

temas libertades que precisamente le parecían libertades tan sólo<br />

porque seguía tan universitario como antes.<br />

Apenas empezó la comida, el conde de Forcheville, sentado a la<br />

derecha de la señora de Verdurin, que aquella noche se había puesto de<br />

veinticinco alfileres en honor al .nuevo., le dijo:<br />

-Muy original esa túnica blanca.; y el doctor Cottard, que no le<br />

quitaba ojo, por la gran curiosidad que tenía de ver cómo era un .de.,<br />

<strong>Librodot</strong> <strong>En</strong> <strong>busca</strong> <strong>del</strong> <strong>tiempo</strong> <strong>perdido</strong> I <strong>Marcel</strong> Proust<br />

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